España

El ejemplo de nuestros soldados

Los Reyes presidieron ayer la sobria, pero no por ello menos emotiva, ceremonia de celebración del Día de las Fuerzas Armadas. Un año más, los actos se han reducido a su mínima expresión en consonancia con la política de ahorro y ajuste a que obliga la crisis económica. En total, el presupuesto dedicado a festejar a una Institución ejemplar, la más valorada año tras año por la sociedad española, ha sido de 90.000 euros, es decir, 310.000 euros menos de lo que ha costado el montón de escombros de nuestro pabellón en la Bienal de Venecia. Conviene decirlo porque, pese a todos los peligros, dificultades y problemas a los que se enfrentan diariamente nuestros ejércitos, obligados a mantener un importante despliegue de fuerzas en tres continentes, será difícil escuchar una queja o una excusa por parte de unos profesionales que compensan con más trabajo, dedicación y buen hacer las constantes reducciones presupuestarias. Con la paradoja irritante de que los mismos ciudadanos que valoran tan alto a nuestros militares se muestran partidarios de que se reduzcan aún más las inversiones en Defensa, tal y como muestra la encuesta de NC Report que hoy publica LA RAZÓN. Es preciso hacer pedagogía sobre lo que significa una correcta cultura de Defensa porque la seguridad, pilar básico de la libertad y el progreso, es en todo su sentido un derecho fundamental de los ciudadanos no sólo de los militares. Y si no existe en la sociedad española una conciencia clara de lo que exige gozar de seguridad, estabilidad y defensa, se debe, tal vez, a un modelo educativo que desterró hace décadas cualquier referencia al papel insustituible de nuestros ejércitos.Y más en un mundo complejo, interconectado y sujeto a múltiples amenazas combinadas, como se recoge certeramente en el recién aprobado Plan Nacional de Seguridad. No existe nada más complejo para una sociedad moderna que articular y dotar de medios adecuados a sus Fuerzas Armadas para que sean capaces de cumplir con la misión encomendada. Ni el armamento ni la instrucción se improvisan. Los sistemas de armas de última generación tardan años en desarrollarse hasta que son aptos para entrar en servicio, y lo mismo reza para los hombres y mujeres que tienen que manejarlos, obligados a una actualización constante de sus conocimientos. España invierte menos de un 1% de su PIB en la Fuerzas Armadas, lo que nos convierte en uno de los países del mundo con menores recursos dedicados a Defensa, a pesar de que se trata de un capítulo que, también, redunda en el desarrollo tecnológico e industrial avanzado y crea empleos indirectos de alta cualificación. Reconducir esta situación es uno de los desafíos a los que se enfrenta el Gobierno. Mientras, nuestros militares seguirán supliendo con entrega y celo todas la carencias.