Cataluña
El PSOE ante el abismo
El precedente de la implosión de la izquierda moderada italiana, con las consecuencias hoy patentes, debería alertar a quienes ven con indiferencia la profunda crisis interna que atraviesa el PSOE. La experiencia demuestra que la estabilidad política de un país se garantiza mejor cuando existe un partido de la oposición estructurado y fuerte, capaz de abordar acuerdos fundamentales con el Gobierno de turno e inmune a arrebatos populistas. No es lo que ocurre en España y no puede por menos que llenarnos de preocupación el espectáculo casi diario de una formación política centenaria cuyos dirigentes van a remolque de los acontecimientos, incapaces de unificar un mensaje o de articular unas propuestas comunes. Como publica hoy LA RAZÓN, el problema no está tanto en la desafección de los socialistas catalanes o en la indisciplina de los gallegos, sino en la pérdida de identidad de un partido centenario que en el colmo de la indefinición apuesta por una reforma constitucional etérea en la que no creen ni sus mismos responsables. En este momento, el principal problema del Partido Socialista Obrero Español es que no ha sido capaz de analizar correctamente las causas de sus recientes derrotas electorales. Habrían concluido que el alejamiento en el campo económico y social de los postulados socialdemócratas europeos, unido a una política de pactos territoriales sin coherencia ideológica alguna y con el único objetivo de mantenerse en el poder, ha tenido mucha más influencia en el desapego de sus votantes que los graves errores de diagnóstico ante la crisis económica y financiera. No era el «exceso de centralidad» el problema, sino el haberse dejado contagiar por esa enfermedad infantiloide de la izquierda que es el populismo. Llegados a esta situación, con grave riesgo de ruptura en Cataluña y con las encuestas de opinión en caída libre, es evidente que el calendario propuesto por su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, para abordar la reorganización interna del partido ha saltado por los aires. Una dirección debilitada, constantemente minada por el tacticismo político de las distintas facciones, no puede hacer frente a los grandes desafíos planteados. El paradigma es, otra vez, el caso del PSC, que, inmerso en una crisis interna, relegado en las urnas y con un secretario general como Pere Navarro, muy cuestionado por sus bases, ha sido capaz de desnortar a todo el PSOE. Lejos de intentar ganar tiempo, a la espera de un error del contrario, la actual dirección socialista debería acortar sus plazos, adelantar la conferencia política del partido y convocar primarias. El PSOE necesita un secretario general respaldado y creíble, que reoriente ideológicamente la organización y la restaure internamente. Y España necesita un partido socialista fuerte y coherente.
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