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El PSOE vuelve al anticlericalismo para proteger su flanco izquierdo
El PSOE vuelve a levantar la bandera del anticlericalismo mezclándolo con un laicismo relativista y, de hecho, diluido y aceptado en una sociedad cada vez más secularizada en la que, además, se garantiza la libertad religiosa. La Iglesia conoce esta realidad, lo que no le ha impedido continuar con constancia y entrega su labor, tanto en el mundo de la asistencia social como en la educación. La última propuesta de Pedro Sánchez es eliminar la asignatura de Religión del horario lectivo de los colegios públicos, concertados y privados. Eso sí, se mantendrá como actividad extraescolar, lo que la sitúa como una materia sin validez académica de la que se podrá prescindir por inútil y, lo que es peor, por impracticable. Es llamativo, incluso frívolo, que uno de los argumentos para erradicar la Religión de los planes de estudio sea que ningún otro país de nuestro entorno tiene un tratamiento de tanta «profundidad» como en el nuestro, según los redactores del proyecto. Así es –y así debería seguir siendo– y a esta responsabilidad deben responder los 14.000 profesores dedicados a esta asignatura. No olvidemos, además, que este interés responde al 63,5 por ciento de padres que han elegido Religión para sus hijos. Por lo tanto, de aplicarse este programa, supondrá gobernar en contra de una mayoría de la ciudadanía. El PSOE recurre de nuevo a la defensa del laicismo ignorando que nuestra Constitución reconoce el respeto a todas las creencias, como así queda especificado en el artículo 16 cuando dice que «se garantiza la libertad religiosa» (punto 1) y que «ninguna confesión tendrá carácter estatal» (punto 3). Es más, es obligación de los poderes públicos tener en cuenta «las creencias de la sociedad española» y mantener de manera especial «relaciones de cooperación con la Iglesia católica». Por otra parte, el artículo 27.1 de la Carta Magna habla del derecho que garantiza a los padres «que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Es decir, estamos ante una propuesta claramente anticonstitucional, que, de ser llevada a cabo, requeriría un consenso para reformar la Constitución, no sólo difícil de alcanzar, sino que supondría un serio problema, ya que España debería, a su vez, romper los acuerdos con la Iglesia, algo que se inscribe dentro del Derecho Internacional. Estamos hablando de una medida de calado que significa la ruptura de las relaciones con el Vaticano y modificar unilateralmente un Tratado, algo que representa una actuación ilegal en Derecho Internacional. Denunciar los Acuerdos con la Santa Sede requeriría la aprobación de las Cortes Generales. Se trata, por lo tanto, de una medida claramente electoralista. Pedro Sánchez dijo ayer que «cada generación tiene su cometido», y la de él tiene la tarea de alcanzar el Estado laico. Es evidente que los retos que tiene España en estos momentos son otros y, de gobernar el PSOE, esperemos que no invierta sus fuerzas en una cuestión que ni siquiera coincide con la opinión de los votantes socialistas (el 74 por ciento se considera católico). Acabar con la asignatura de Religión supone un claro retroceso en la línea que el PSOE emprendió en el documento «La laicidad del Estado y las relaciones con las confesiones», que se presentó en la conferencia política de 2013, según el cual se consideraba la religión como un asunto público alejado del anticlericalismo izquierdista. Más triste sería, sin embargo, que el programa del PSOE sólo fuera pura propaganda para protegerse de los nuevos populismos que acechan desde su izquierda.
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