Cataluña

El Rey, con el futuro de Cataluña

La Razón
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El Rey, que ha recuperado su ritmo habitual de trabajo tras los largos meses de bloqueo político, regresó este pasado domingo a Barcelona para presidir los actos de inauguración del Mobile World Congress (MWC), que reúne en la Ciudad Condal a las grandes empresas internacionales de las telecomunicaciones y las nuevas tecnologías de la información. El éxito de las últimas ediciones del MWC, que han convertido a España en un referente mundial del sector, demuestra la capacidad de proyección de la sociedad española cuando sus instituciones son capaces de trabajar en sintonía por el interés común y no puede por menos que suscitar la pregunta de cuántas oportunidades se han perdido en medio de los estériles conflictos provocados por los nacionalistas. Como señaló el Rey, empleando el catalán, lo que se vivió anoche en el Palau de la Música era el fruto de la coordinación entre el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat de Cataluña, el Ministerio de Industria y, por supuesto, la entidad internacional GSMA, responsable de la organización del congreso. La agenda de Su Majestad en Cataluña se completaba con otros dos actos públicos, estrechamente vinculados a la empresa y la cultura, como son las recepciones a la junta de gobierno de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, al comité ejecutivo de Foment del Treball Nacional y al del Consorci de la Zona Franca de Barcelona, y, ya por la tarde de hoy lunes, la visita a la sede del despacho de abogados Cuatrecasas, que conmemora su centenario. Si damos cuenta pormenorizada de la agenda real es porque son actos que se enmarcan en la normal actividad institucional de la Corona, siempre concernida con los esfuerzos profesionales de los españoles y que, sin embargo, se producen en el contexto anómalo de una institución del Estado, como es la Generalitat de Cataluña, que se ha situado a extramuros del sistema constitucional. Se dirá, y es cierto, que para la inmensa mayoría de los expositores y visitantes, nacionales y extranjeros del MWC, –que representan el presente de un cambio tecnológico y científico destinado a transformar nuestra concepción del mundo y de las relaciones sociales– la cuestión del separatismo catalán les es absolutamente irrelevante, pero, aún así, no deja de significar una absurda distorsión que frena otras muchas iniciativas que podrían llevarse a cabo desde la colaboración leal de todos los poderes del Estado. Que la atención pública de una de las grandes economías del mundo, como es España, se divida entre el mayor exponente de un futuro tecnológico en el que se hayan plenamente inscritas las mejores empresas nacionales y la comparecencia ante los tribunales de un portavoz parlamentario nacionalista, como Francesc Homs, acusado de un delito de desobediencia, dice muy poco de la salud política de un país. Es preciso que se produzca cuanto antes esa vuelta a la racionalidad institucional que la sociedad española reclama a la Generalitat catalana. La habitual presencia en Cataluña del Jefe del Estado, siempre recibido en términos de la mayor cordialidad por la mayoría de los ciudadanos, así como la de los miembros del Gobierno de la nación, como la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, es la mejor demostración de que el retorno a la normalidad en las relaciones es imposible y, sobre todo, conveniente para los intereses de los catalanes y del resto de los españoles. Hace falta la voluntad política de rectificar errores y de apreciar en lo que vale la mano tendida a la Generalitat del resto de las instituciones del Estado. Como demuestra el MWC, juntos hacemos las cosas mejor. Mucho mejor.