El Rey abdica
El Rey, en la escuela
Los datos de la encuesta de NC Report que hoy publica LA RAZÓN sobre la percepción que tienen los españoles de la figura de Su Majestad dan cuenta de un hecho, cuando menos, preocupante, y es que existe una evidente brecha generacional en el grado de conocimiento de la Monarquía constitucional española y del Jefe del Estado que la encarna. En este sentido, los resultados del estudio son concluyentes: ese desconocimiento notorio por parte de las generaciones más jóvenes, aquellas que pertenecen al tramo de edad que va de los 18 a los 29 años, nos debe hacer reflexionar sobre la calidad de un sistema educativo que es incapaz de transmitir algo tan básico como es la conformación del Estado y la biografía de la primera figura que lo encarna. Como dice certeramente el director del estudio que publicamos, «no se puede querer lo que se desconoce». Es necesario, y comienza a ser urgente, que en nuestras escuelas se trate a la persona del Rey y la Monarquía con el rigor académico que merece una figura como la de Don Juan Carlos, cuya impronta en la historia contemporánea española es fundamental, puesto que ha sido el capitán de un proceso transformador político y social del que existen pocos antecedentes. Bajo la égida de Don Juan Carlos, España pasó de ser una dictadura personalista, herencia de una terrible guerra civil, a convertirse en una de las democracias más desarrolladas del mundo, con un corpus legislativo que es ejemplo de defensa de los derechos y las libertades individuales de sus ciudadanos. Con el Rey en la Jefatura del Estado, nuestro país abandonó los puestos del subdesarrollo para integrarse en el club de las principales potencias económicas. Éstos son los hechos, y lo demás no deja de ser retórica ideológica. Las nuevas generaciones de españoles tienen el deber, pero también el derecho, de conocer cómo se produjo el gran cambio de su nación y la amplia parte que le corresponde a Su Majestad. No es de recibo que la mayoría de sus conocimientos, como demuestra la encuesta, procedan de los contenidos más o menos llamativos que publican los medios de comunicación. Lo mismo reza para la institución monárquica, que en España es sinónimo de estabilidad y libertad,a la que se contrapone alegremente con utópicos modelos republicanos que, por carecer, hasta carecen de su condicionante político y formal más básico: ¿república presidencialista o representativa? Todo esto no significa que la figura del Rey, la persona de Don Juan Carlos, no sea apreciada por la mayoría de los jóvenes españoles. Como sus mayores, también ellos reconocen el papel de Su Majestad en el proceso de transición democrática y en su posterior desarrollo. Pero unos conocimientos académicos fijarían nuestro modelo de Estado en toda su innegable virtud.
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