Casa Real
El Rey y Europa legitiman el 155 para devolver la ley a Cataluña
Pocas veces en la historia de los premios Princesa de Asturias, la solemne ceremonia de entrega de los galardones habrá trascendido con tanta intensidad fuera del escenario del Teatro Campoamor de Oviedo. Y es así porque todos los presentes, premiados e invitados, entre los que se encontraba excepcionalmente el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, eran plenamente conscientes del grave momento que atraviesa España, enfrentada a los viejos fantasmas del nacionalismo y la discordia que tantas tragedias han llevado al Viejo Continente, y que sólo han podido superarse desde la defensa del derecho, la democracia, la unidad y la libertad. Estos conceptos indisociables de la formación de la España moderna y, por supuesto, de la Unión Europea, guiaron las palabras de Su Majestad el Rey, diáfanas, firmes y directas en lo que se refería al desafío separatista en Cataluña, pero también condujeron las intervenciones de los representantes de las altas instituciones europeas, –que recogían el Premio a la Concordia otorgado a la UE–, todos ellos hijos directos de la gran matanza de la II Guerra Mundial, que proclamaron el respeto al Estado de Derecho, al ordenamiento jurídico libremente aceptado, como el único principio irrenunciable en la gran tarea de la construcción de una Europa unida, libre y en paz. Por ello, tanto Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea; como Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, y, especialmente, Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, quisieron dar a su presencia en el Principado de Asturias la imagen del apoyo resuelto y sin fisuras de la Europa democrática a España. Expresiones como «la Ley debe ser respetada», de Tusk; «sólo la fuerza del Derecho cimenta la paz», de Juncker, o la más contundente, «las sentencias judiciales se aplican y punto», de Tajani, tuvieron la virtud de disipar cualquier duda y de invalidar cualquier interpretación sesgada sobre la legitimidad de la democracia española para utilizar todos los instrumentos jurisdiccionales a su alcance en la necesaria vuelta a la legalidad de las instituciones catalanas. Don Felipe, en un discurso memorable, que discurrió en su principio con referencias a los valores de la concordia, el trabajo en equipo, el respeto al devenir histórico de los pueblos y a la libertad, entró de lleno en la cuestión que flotaba en el ánimo de todos los presentes, con una declaración de principios, exactamente enmarcada en su augusto papel de Jefe del Estado, que no podemos por menos que resaltar, por cuanto Su Majestad expresó el convencimiento de que «el inaceptable intento de secesión en una parte de su territorio nacional» será resuelto «por medio de sus legítimas instituciones democráticas, dentro del respeto a nuestra Constitución y ateniéndose a los valores y principios de la democracia parlamentaria» en la que España vive desde hace ya 39 años. Palabras del Rey que deben situar al conjunto de los españoles en la certeza de que nuestro Estado de Derecho, el que conforma una nación de hombres libres e iguales ante la Ley, un lugar donde los ciudadanos no abriguen el menor temor a la imposición y a la arbitrariedad, sabrá vencer sobre el golpe separatista de la Generalitat de Cataluña. Que la democracia española prevalecerá para seguir siendo artífice principal de la Europa unida.
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