El Futuro de Venezuela
Es la verdadera democracia, no un golpe
En Venezuela no estamos ante un golpe militar al uso, sino ante un movimiento de resistencia popular al que cada vez se suman más miembros activos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Según todos los indicios, ayer, el presidente interino venezolano, Juan Guaidó, decidió que había llegado el momento de intensificar la presión en las calles sobre el régimen chavista, consciente de que el Gobierno oficialista de Caracas se halla en una situación de debilidad extrema, repudiado por la mayoría de la población y ante la disyuntiva de lanzarse a una represión sangrienta y general, con el establecimiento de la ley marcial, o tratar de capear, una vez más, el temporal, confiando en que el cansancio haga mella en la movilización opositora y, poco a poco, vuelvan a sus casas, hasta un próximo intento. Que el propio Guaidó siga en libertad o que líder Leopoldo López haya podido abandonar su arresto domiciliario y volver a protagonizar las protestas, indica que la estrategia del dictador Nicolás Maduro es, todavía, de contención. Todo va a depender, pues, del tiempo que los opositores consigan sostenerse en las calles, paralizando la ya de por sí escasa actividad económica y sembrando la duda a los altos mandos militares, que son el único apoyo eficaz con el que cuenta Nicolás Maduro, y que ven su futuro con indisimulada aprensión. Es, salvando todas las distancias, el modelo de la revolución egipcia que acabó provocando la dimisión de Mubarak, y que mantuvo durante meses la atención mundial sobre la plaza de Tahir. De que el régimen socialista venezolano comprende la importancia del envite da cuenta la serie de órdenes de cierre de emisoras de radio y televisión y el bloqueo de las redes sociales que emitió ayer el Ministerio de Comunicaciones, para tratar de evitar que las imágenes del pueblo en las calles de Caracas llegaran al resto del país, donde la situación económica, sobre todo en ciudades como Maracaibo, raya la emergencia social. Pero ante la cierta probabilidad de que el Gobierno chavista se emplee a fondo contra la población civil alzada o, lo que es menos probable, los militares que se han unido al movimiento decidan actuar por las armas, cabe preguntarse si la actitud de los países democráticos debe continuar como hasta ahora, con la paulatina implementación de sanciones políticas y económicas al régimen bolivariano y a sus principales representantes, o se debería dar un paso más, con el bloqueo eficaz de la industria petrolera venezolana, lo que implica, necesariamente, actuar contra los canales de exportación y financiación que mantienen abiertos Rusia y China con Caracas. Porque, a la postre, lo que está sucediendo es que buena parte del pueblo de Venezuela se está enfrentado a cuerpo limpio a las fuerzas de Seguridad chavistas y con las milicias parapoliciales, que secuestran y asesinan impunemente a los disidentes en los barrios marginales y en las pequeñas ciudades, sin que los gobiernos democráticos, entre ellos el español, se decidan a poner en la balanza todo el peso del que son capaces, aunque haya que sacrificar intereses propios. No hay que olvidar, además, que España ha reconocido a Guaidó como único representante legítimo de Venezuela. Porque el riesgo de que la situación se deteriore irreversiblemente en términos de sufrimiento humano es cada vez mayor. Aunque la censura de los medios de comunicación impuesta por el Gobierno dificultaba ayer una cabal comprensión de lo que sucedía en el conjunto del país, las imágenes fragmentarias que llegaban de la capital y sus alrededores daban cuenta de la fuerte resistencia en las calles, con enfrentamientos directos con las fuerzas de la Guardia Nacional y bloqueos de calles y avenidas, cuya evolución no es fácil pronosticar.
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