España
España, en el puesto debido
La elección de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en representación del llamado «bloque occidental», demuestra, cuando menos, que nuestro país mantiene el estatus internacional que corresponde a una de las principales economías del mundo. Sin rebajar ni un ápice el extraordinario trabajo del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, que ha sabido trasladar las ventajas de la candidatura española en unos momentos de crisis global, en los que la ONU está llamada a intervenir con mayor determinación que nunca, lo cierto es que la imagen de España se ha recuperado en gran manera después de la crisis, cumpliéndose el pacto no escrito, pero vigente en el funcionamiento interno de las Naciones Unidas, por el que Madrid se alterna cada diez años en uno de los dos escaños reservados al bloque geográfico al que pertenece. Por supuesto, el envite no estaba ganado de antemano, más aún contra una candidatura como la de Turquía, cuya directa influencia en el grave conflicto que incendia en estos momentos Oriente Próximo había sido utilizada como una valiosa baza por Ankara, y ha sido precisa una intensa y bien coordinada labor de convencimiento por parte de todas las instituciones del Estado, desde la más alta representación de Su Majestad hasta la del jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, y los equipos del Ministerio de Asuntos Exteriores y para recabar los apoyos internacionales necesarios, especialmente entre los países de la región del Caribe y del sureste asiático. En definitiva, si hay algún «trofeo» diplomático que obtener en una legislatura determinada, el asiento en el Consejo de Seguridad puede considerarse como el más preciado. Durante los dos próximos años, España tendrá una posición influyente en el único organismo de la ONU cuyas decisiones y resoluciones son de obligado cumplimiento por todos sus miembros y que, además, dirige las operaciones multinacionales de la Organización. Supone, a cambio, una mayor implicación política en el tablero internacional, algo que, sin embargo, no hace más que refrendar lo que ya viene sucediendo. No en vano, España colabora estrechamente, con hombres y medios, en la resolución de conflictos bélicos en África, Oriente Medio y Asia, además de participar en diversas misiones de carácter humanitario y de seguridad. Está, asimismo, llamada a intervenir directamente en la gran emergencia de la epidemia de ébola que, junto a la amenaza del integrismo islamista, se perfila como el gran desafío internacional de los próximos años. Una responsabilidad que exigiría, a poco que mejoren las circunstancias económicas, el incremento presupuestario de otro de los departamentos directamente implicados en la acción exterior: el Ministerio de Defensa.
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