Ofensiva abertzale
ETA no puede marcar la campaña
Sin la distorsión del terrorismo de ETA, que reproducía una radiografía de la sociedad vasca sesgada por la coacción y la amenaza, la normalización del territorio se ha traducido en el descenso ininterrumpido de los apoyos electorales del brazo político de la banda y la pérdida de influencia en las instituciones que han sido incapaces de contener por el momento. En este punto, conviene también apuntar el desplome hasta mínimos históricos del respaldo a un País Vasco independiente en los estudios de opinión, si bien es cierto que el PNV mantiene su hegemonía y que el fenómeno Podemos, esa suerte de Batasuna descafeinada, no es marginal. Ante las elecciones vascas del 25-S, ETA, que no ha desaparecido, está decidida a dar un empujón propagandístico a EH Bildu para que, junto con el efecto Otegi, pueda alcanzar una posición mínimamente determinante en la nueva legislatura. Según adelanta hoy LA RAZÓN, el plan etarra consistiría en otra teatralización de una entrega de armas que no tendrá más recorrido ni alcance que el de una pose electorera. Ayer mismo, un portavoz del partido proetarra apuntó que ETA «debería dar paso a una situación» en la que la «amenaza latente» de arsenales ocultos «no exista». Con una ETA carente del endemoniado poder que le proporcionaban las pistolas, el futuro sólo tiene un camino: desaparición, desarme, depuración de responsabilidades y colaboración para que se esclarezcan los 300 asesinatos que siguen sin resolverse. Los terroristas no tienen que aportar otra cosa a la sociedad, y la sociedad sólo eso espera de ellos.
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