Egipto

Golpe al islamismo en Egipto

En Egipto ha habido un golpe de Estado militar. A las siete de la tarde de ayer, el jefe del Ejército, general Abdel Fatah al Sisi, comunicó al presidente Mohamed Mursi la decisión de despojarle del poder. Poco después se dirigió por televisión a la población estatal para anunciar que el líder de los Hermanos Musulmanes ya no era presidente y que se suspendía la Constitución. En la plaza Tahrir, la decisión fue recibida con vítores y alegría después de días de protestas. Desde horas antes, vehículos blindados y tropas de Infantería aseguraban los puntos estratégicos de la capital. Si en la plaza Tahrir los opositores saltaban de júbilo, frente a la universidad, miles de partidarios del depuesto presidente aguantaban la respiración y cerraban filas, mientras los soldados, fuertemente armados, iban completando su cerco. Los seguidores y votantes de Mursi, que ganó las últimas elecciones, no dejarán que les arrebaten el poder. Egipto vive un momento crucial de su historia y, para bien o para mal, la estabilidad sólo la puede asegurar el Ejército, columna vertebral del país. Los líderes religiosos coptos y musulmanes más moderados, y el respetado político laicista Al Baradei, premio Nobel de la Paz, tratarán de dar respetabilidad al golpe y que sea entendido por los ciudadanos y por la comunidad internacional. Mursi y los Hermanos Musulmanes, ganadores en las urnas, purgan así los errores cometidos durante su escaso año de Gobierno y el intento de imponer la hegemonía islamista a un país profundamente dividido. El guión es conocido: periodo de transición y nuevas elecciones. No hay calendario. Los militares, guardianes y copropietarios de Egipto, con grandes intereses en las principales áreas económicas, vuelven al poder. Aunque, tal vez, nunca se fueron. Ahora, su paso debe ser lo más breve posible porque todavía prende la llama de la Primavera Árabe –aunque débil y desencantada– y el anhelo de construir una democracia estable. Al Sisi anunció que formará un gobierno de unidad nacional hasta que se celebren los nuevos comicios. Por otra parte, se formará un comité de expertos que propondrá la reforma de la Constitución, ahora suspendida. El Gobierno de Mursi frustró los deseos que acabaron con el derrocamiento de Mubarak, con medidas como controlar el poder legislativo a través de las leyes de la «sharia» o que miembros de los Hermanos Musulmanes desarrollaran tareas de milicia popular. Mursi buscó concederse poderes absolutos como jefe de Estado, pero además agravó la crisis económica con un desempleo que ya supera el 13 por ciento. El Ejército, que sigue siendo la institución más valorada, dirige ahora esta transición que busca corregir errores del pasado. Un proceso que sólo será admisible si busca preservar la democracia y la libertad.