Grecia
Grecia debe cumplir lo firmado
No es posible creer que el nuevo Gobierno heleno actúe desde el desconocimiento de lo que significaría para su país la pérdida del paraguas europeo. Esta misma semana, por ejemplo, el Tesoro griego ha tenido que ofrecer un interés del 2,5 por ciento para colocar una emisión de Letras a tres meses, cuando España, por el mismo producto de financiación, paga el 0,018 por ciento. Debemos colegir, por lo tanto, que su primer ministro, Alexis Tsipras, pretende tensar la cuerda de las negociaciones con el Eurogrupo para explotar las evidentes discrepancias que existen entre los socios europeos respecto a la política de ajustes y austeridad impulsada hasta ahora por Alemania. No parece, sin embargo, que esté en condiciones de conseguirlo, porque el problema no se deriva tanto de una supuesta intransigencia germana como de la demagogia populista que impregnó el programa electoral de su partido, Syriza, que le llevó a ganar las elecciones. Ayer, durante la primera reunión informal del Consejo Europeo, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, expresó con claridad la opinión de la mayoría de los socios de la UE, al señalar como imposible la salida de Grecia de la moneda única europea pero, también, el convencimiento de que Atenas hará honor a los compromisos adquiridos y cumplirá con el programa de rescate. Partiendo de esas premisas –y pese al pesimismo del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, que se declaró «muy preocupado» por la falta de avances negociadores–, lo más probable es que asistamos a la habitual escenificación de agónicas conversaciones y negociaciones al filo de la madrugada a la que nos tiene acostumbrados el Consejo, para operar un acuerdo que permita salvar la cara al Gobierno heleno, pero sin modificar sustancialmente las condiciones de un rescate que, pese a la propaganda al uso, tiene unas magníficas condiciones de financiación, que difícilmente podrán mejorar en los mercados, toda vez que no parece creíble que la Rusia de Vladimir Putin esté dispuesta a hacerse con un «Estado cliente» en el mismo seno de la OTAN. En principio, nada hay que objetar a un acuerdo con Grecia que suponga una dulcificación de las condiciones de pago, una vez que se ha podido comprobar que las medidas de ajuste adoptadas por los anteriores gobiernos griegos comenzaban a dar resultados, pero sería un error de bulto, que a la larga acabaría con la credibilidad de la eurozona, transigir con el fondo de la cuestión y permitir que Atenas no cumpla con lo firmado. Han sido muchos miles de millones de euros –más de 200.000– los que ha volcado la UE para salvar del colapso económico a los griegos, un dinero que procede principalmente de los impuestos, que no pueden servir de aval para el amarillismo político.
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