Berlín

Guerra sucia en el Congreso

Lo sucedido ayer en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados no debería despacharse a beneficio de inventario, como si fuera una muestra más de la inveterada inclinación de algunos representantes socialistas a la calumnia y al insulto. Si articular una política de oposición a base de recortes de prensa, algunos de origen sospechosamente sectario, denota falta de trabajo, exceso de improvisación y total ausencia de rigor, convertir la sede de la soberanía nacional en un simple ejercicio de ataques ad hominen contra los adversarios políticos sólo se explica en la penuria argumental de un partido, en este caso el PSOE, cuyos fundamentos ideológicos y praxis política han sido desbaratados por la crisis económica con mayor virulencia de lo que supuso para la izquierda marxista la caída del muro de Berlín. En efecto, ninguno de los supuestos doctrinarios socialdemócratas –políticos, económicos y sociales– ha resistido el choque con la realidad, con las consecuencias nefastas a las que estamos asistiendo, entre las que no es menor la reactivación de movimientos populistas radicales, ferozmente antieuropeos, cuando no cercanos al fascismo y al nacionalismo egoísta. Ciertamente, no se trata de un problema exclusivo del socialismo español –ahí tenemos, como muestra de un fracaso metodológico global, los casos de Francia, Holanda y Dinamarca–, pero en España se agrava ante la ausencia en el PSOE de un liderazgo consolidado, capaz de dirigir con la autoridad que proporciona el acuerdo, llegándose a situaciones más propia del esperpento, como la que protagonizó ayer su diputado Eduardo Madina, convirtiendo la tribuna del Congreso en el escenario de un mitin propio de unas elecciones primarias de partido. A la situación descrita, hay que añadir el evidente error táctico con el que los socialistas han abordado la próxima contienda electoral al Parlamento europeo que, entre otras cosas, ha llevado al prematuro desgaste de su candidata en una precampaña excesiva, perdida en el vacío de unas propuestas invalidadas por los acontecimientos internacionales. Pero ni siquiera la urgencia del momento, reflejada en el tenor negativo de las encuestas electorales, justifica los comportamientos de la portavoz socialista en el Congreso, Soraya Rodríguez, y del diputado de el mismo grupo, Francesc Vallés, propalando acusaciones calumniosas sobre personas cuyo prestigio personal y desempeño profesional están fuera de dudas. En política no vale todo y ensuciar una campaña electoral ante la falta de argumentos y propuestas que vayan más allá del eslogan populista es un acto reprobable, que, sin duda, pasará factura a sus autores. Los españoles se juegan buena parte de su futuro en Europa y no se merecen el espectáculo en el que el PSOE convirtió ayer el Congreso.