PSOE

La alternativa de Pedro Sánchez ya no convence ni a los suyos

La Razón
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Si en política, como en otros aspectos de la vida, la gestión de los tiempos es uno de los factores estratégicos más importantes, habría que admitir que la actual gestora del PSOE puede estar acertada en su actuación. Allí donde otros sólo ven una parsimonia irritante, habría una táctica dilatoria inteligente, pensada para aquietar las aguas encrespadas tras el bronco proceso de destitución del anterior secretario general, Pedro Sánchez. Aunque no es posible negar la evidencia de que el partido socialista sigue inmerso en una profunda división interna, el espectáculo ofrecido ayer en Madrid por el sector crítico refleja en toda su crudeza la pérdida de peso e influencia de quien no hace tantos meses pretendía convertirse en presidente del Gobierno. Sin capacidad de convocatoria, con la deserción, proclamada o disimulada, de muchos de los dirigentes orgánicos y territoriales que medraron a la sombra del ex secretario general socialista, los llamados «sanchistas» están viendo cómo en el seno del partido se están diluyendo con el paso del tiempo los efectos de la radicalidad y la intransigencia sostenidas por la antigua dirección de Ferraz. De hecho, si Pedro Sánchez –que todavía no se ha pronunciado oficialmente sobre si volverá a presentar su candidatura a la secretaría general del PSOE en el próximo congreso del partido– es capaz de interpretar las notables ausencias registradas entre sus antiguos partidarios y el desapego que muestran ahora en público algunos de sus más conspicuos colaboradores, comprenderá la conveniencia de un retiro honroso, al que están predispuestos los actuales responsables del PSOE. Pero si –pese a la evidencia de que la dirección del partido y las principales federaciones territoriales operan en su contra– Pedro Sánchez mantiene su idea de presentar batalla, fiado en un problemático apoyo de la militancia, lo lógico es que despejara la incógnita de su candidatura y comenzara cuanto antes la siempre ardua tarea de reunir los apoyos necesarios para disputar unas primarias que, como dicta la experiencia en el PSOE, no suelen ganarse en contra del aparato. Se podrá argüir que tampoco la gestora que preside Javier Fernández parece apresurarse a la hora de organizar las elecciones primarias y fijar las fechas del Congreso Federal. Incluso, por no haber, ni siquiera hay seguridad de quiénes se presentarán como candidatos a la secretaría general, por más que todas las previsiones apunten a la actual presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, como la persona con mayores probabilidades de hacerse con las riendas del partido y con el respaldo de la mayoría de los barones. Pero en este caso, como señalábamos al principio, los tiempos políticos favorecen a la gestora. Porque el verdadero problema que ha representado Pedro Sánchez para el PSOE español no es sólo una cuestión de contestación interna, sino de falta de sintonía con el votante socialista tradicional, que ha dado la espalda al partido. Sánchez, hay que recalcarlo para no perder la perspectiva de lo que estamos tratando, es el candidato socialista que peores resultados electorales ha obtenido desde la reinstauración de la democracia española. Sus propuestas radicales, que se alejaban de las tradicionales posiciones de la socialdemocracia europea moderna, han sido rotundamente rechazadas en la urnas. Y esto es lo que la gestora tiene que solucionar prioritariamente: la recentralización del socialismo español y la vuelta a un discurso político que sea reconocido por sus votantes.