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La hora de un acuerdo de estado contra la violencia de género
En la campaña electoral de las próximas elecciones generales del 20 de diciembre se debatirá sobremuchos temas, algunos de ningún interés para los ciudadanos; otros, de gran importancia (paro, recuperación económica, desafío independentista catalán y amenaza yihadista). Pero hay uno que no debería pasar desapercibido, ni siquiera por el hecho de que todos los partidos estén de acuerdo en dar una solución definitiva: la violencia contra las mujeres. Ha llegado el momento de abordar este asunto como un tema de Estado. Es exigible a todos los partidos que pueden tener representación parlamentario o aspiraciones de gobierno que eviten hacer grandes propuestas sobre la violencia de género si éstas no son concretas y no van acompañadas de una partida presupuestaria. Por principio, una sociedad libre y tolerante no debe soportar que 51mujeres –más tres casos en investigación– hayan sido asesinadas en lo que va de año por sus parejas o ex parejas. Teniendo en cuenta que en 2014 la cifra fue de 54, es fácil llegar a la conclusión de que el problema no aminora. Hasta hace pocos años, era una violencia que se ejercía con el silencio de la víctima, el ocultamiento de familiares y allegados, incluso con la comprensión hacia las «salidas de tono» del verdugo. Era una agresión consentida porque formaba parte de un comportamiento propio de nuestra cultura agresiva, se decía, que siempre había sido así y que, por lo tanto, las mujeres debían aceptar estos «malos tragos» con resignación. Pero ya no existe esa tolerancia porque, entre otras razones, hay generaciones que han sido formadas en el respeto mutuo y la igualdad de derechos. En la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, presentada el pasado mes de marzo, el 12,5% de las mujeres encuestadas mayores de 16 años confesaban haber sufrido violencia física o sexual por parte de sus parejas o ex parejas a lo largo de su vida. En el estudio de 2014, la cifra era del 10,8% y en 2006, del 6,3%. ¿Cómo es posible que hayan ascendido las agresiones cuando se dispone de más medidas de protección? Sólo cabe pensar que se ha roto el miedo que evitaba delatar el maltrato, a pesar de que siete de cada diez víctimas nunca lo han denunciado, por no darle importancia, o por miedo o vergüenza. Desde aquí no vamos a dar soluciones a un problema complejo y sociológicamente desconcertante (se produce en todas las clases sociales), pero sí es necesario un plan centrado en la educación para evitar que chicos y chicas –y aquí son intercambiables los papeles– apliquen modelos de relación basados en el control y sometimiento. Por otra parte, para evitar un fatalismo paralizante según el cual esta violencia forma parte de nuestra forma de vida y no tiene solución, basta recordar que España es de los países con los niveles más bajos de Europa y del resto del mundo en cuanto violencia de género (sólo en 23 estados se cuantifica el número de muertes por violencia de género). Más sorprendente es que Finlandia sea el país europeo en el que más muertes se producen, precisamente una sociedad de referencia por su planes educativos y sociales. No basta con decir que «somos machistas», sino que se deben aplicar políticas efectivas. Estamos por debajo de las cifras de Francia (122) o Italia (80), por citar dos países mediterráneos, algo que no nos debe servir para conformarnos, sino para insistir en las medidas educativas, de repudio social y apoyo a las mujeres maltratadas, judiciales y penales. Insistimos en la necesidad de un acuerdo de Estado porque afecta a la dignidad de nuestra sociedad.
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