Constitución

Las líneas rojas de la reforma constitucional

La Razón
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El 38 aniversario de nuestra Constitución se conmemoró ayer en medio de los habituales debates sobre la conveniencia o no de su reforma. Parece más claro que nunca que una puesta al día sería oportuna, aunque antes de abrir ese melón resulta indispensable establecer una serie de parámetros sin los cuales se trataría de una operación suicida. Tal y como recordó ayer el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hay que fijar en primer lugar qué es lo que se quiere cambiar y para qué. Tener muy claro el objeto de la reforma ayudará a que el final de la operación sea precisamente el deseado. De igual relevancia resulta establecer las líneas rojas, es decir, qué es lo que no se va a tocar en ningún caso. Aunque es por todos conocida la importancia de la Carta Magna en la historia de nuestro país, no nos cansaremos de repetir que no es éste un asunto con el que se deba frivolizar y que el consenso debe ser, como poco, igual de amplio que el que alumbró su nacimiento. Los partidos nacionalistas deberían reflexionar sobre los beneficios en materia de autonomía que les ha traído una Constitución que tanto denostan. Sea como fuere, se deben evitar a toda costa los experimentos. Sobran a nuestro alrededor ejemplos de los desastres causados por la celebración de referendos improvisados. Nos jugamos demasiado.