Venezuela

Libertad real para Leopoldo López

La Razón
La RazónLa Razón

El Gobierno de Nicolás Maduro decidió ayer que Leopoldo López dejara su cautiverio en el penal militar de Ramo Verde para cumplir la condena en su casa bajo arresto domiciliario. El líder opositor se encontraba recluido desde el 18 de febrero de 2014, después de que fuera condenado a trece años y nueve meses de cárcel por los supuestos delitos cometidos al término de una marcha disidente unos días antes. El suyo fue un proceso fraudulento, manipulado y sin garantía alguna, como atestiguaría más tarde el fiscal que promovió la acusación. La alegría de la familia de Leopoldo López, de la que este periódico ha estado y se ha sentido siempre tan cerca, de la disidencia al chavismo y de los millones de venezolanos de bien es más que comprensible. En este punto, hay que ponderar la labor de mediación del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que ha sido clave para que Leopoldo López dejara atrás la prisión. Durante estos años, el dirigente opositor soportó una auténtica tortura física y psicológica multiplicada por la situación tan injusta que padecía. Que las condiciones de su cautiverio hayan mejorado al poder compartir el día a día con su familia es positivo en sí mismo, pero conviene no engañarse, pues es un paso adelante relativo. En primer lugar, porque la dictadura no ha devuelto la libertad a quien se la arrebató tan aviesamente ni ha declarado su inocencia ni se ha disculpado siquiera por atropellar los derechos humanos de Leopoldo y someterlo a una campaña de insidias como si se tratara del peor de los criminales. La dictadura no lo es hoy menos ni Venezuela es más libre desgraciadamente. Tampoco hay razón alguna para pensar que el régimen chavista esté dispuesto a restaurar las libertades democráticas y el respeto a las instituciones y a establecer un diálogo sincero con la oposición. Nada de eso, sino más bien todo lo contrario. Baste un detalle para confirmar hasta qué punto los venezolanos sobreviven a un sistema totalitario bajo los designios arbitrarios de Nicolás Maduro. Sin procedimiento ni comunicación alguna, el traslado de Leopoldo López del penal de Ramo Verde hasta su domicilio se llevó a cabo de madrugada por el nada menos que director del Servicio de Inteligencia Militar. Habrá que esperar para evaluar el fondo y la intencionalidad de este golpe de efecto del dictador chavista en puertas de los contestados comicios de la Asamblea Nacional Constituyente con los que pretende subvertir la legalidad vigente y en pleno pulso con el poder legislativo de la Cámara que representa la soberanía nacional. Pero lo que resulta evidente a día de hoy –más allá de que según el Supremo bolivariano le haya otorgado el beneficio a Leopoldo López por sus problemas de salud–, es que el escenario venezolano de estas últimas jornadas fue que Maduro anunció que impondrá sus órdenes por los votos o por las balas, que los matones chavistas, arengados por el siniestro vicepresidente, Tareck El Aissami, asaltaron la Asamblea Nacional y golpearon a varios diputados disidentes y que se cumplieron tres meses de protestas en las calles en los que los pistoleros bolivarianos acabaron con la vida de 91 personas. Con este panorama parece imposible valorar la mejora de las condiciones del cumplimiento de la condena de Leopoldo López como el anuncio de un nuevo tiempo y ni siquiera como un síntoma de fragilidad de Maduro por la presión dentro y fuera del país. Venezuela necesita mucho más que gestos, demanda un giro de 180 grados. El país pide libertad, democracia, respeto a los derechos humanos y el fin de la reclusión de los presos políticos. Leopoldo López está en casa, y nos congratulamos por ello, pero Venezuela no ha dejado de ser una dictadura ni la comunidad internacional tiene motivos para persistir un día más en su complaciente actitud con un régimen que ha condenado a la miseria y, en muchos casos a la muerte,
al pueblo.