Represión en Venezuela

Maduro desmantela Venezuela

La Razón
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El desmantelamiento de la economía venezolana que está llevando a cabo el chavismo no conoce límites con un Gobierno como el de Nicolás Maduro, que, azuzado por una deuda impagable, está dispuesto a malvender a China y Rusia la industria petrolera, la única fuente de ingreso de divisas que le queda al país. El problema es que en ese auténtico expolio de la riqueza nacional, dilapidada en la corrupción y en los absurdos experimientos de ingeniería socialista, mil veces fracasados, tiene consecuencias geoestratégicas de difícil solución. Nos referimos a la situación de la filial petrolera venezolana que opera en Estados Unidos –llamada Citgo–, que ha sido ofrecida al Gobierno ruso como garantía de un préstamo de 1.500 millones de dólares. Dada la imposibilidad de Caracas a hacer frente a sus obligaciones crediticias, lo más probable es que una empresa que tiene tres refinerías en territorio norteamericano y una red de oleoductos que atraviesa veintidós estados pasa a manos de Vladimir Putin. Pero ni la previsible reacción de Washington ante ese caballo de Troya incrustado en su sistema pretrolero ni las advertencias de los economistas venezolanos ante el suicidio nacional que supone tal negocio han hecho mella en un régimen que parece fugado de la realidad. Tal es así, que los medios oficiales venezolanos, prácticamente los únicos que tienen voz en el país, tratan de quitarle hierro al ataque sufrido por el presidente Maduro cuando asistía a un desfile conmemorativo en la localidad de San Felix, estado de Bolivar, una zona considerada afín al régimen bolivariano. Pero las imágenes tomadas por los teléfonos móviles de los asistentes son muy preocupantes: el presidente de Venezuela, en coche descubierto, bajo una lluvia de piedras –y algunos huevos– tiene que ser evacuado a toda prisa. El incidente, que no se puede desligar del amplio movimiento de protestas populares que está sacudiendo las principales ciudades venezolanas, demuestra lo que decimos: que el propio Nicolás Maduro no es consciente del alcance de la rabia y la frustración ciudadanas y de lo cerca que se halla Venezuela de un enfrentamiento civil abierto. Que nadie en su Gobierno le hubiera advertido de la imprudencia de asistir a un acto público, pura propaganda oficialista, en una de las zonas más golpeadas por la violencia y la escasez de abastecimientos, es la prueba de que el discurso oficial ha calado tanto entre los dirigentes del chavismo que no son capaces de advertir la gravedad de la situación. Cada vez son más los venezolanos que han perdido la esperanza en un cambio político que llegue por medios pacíficos una vez que el aplastante triunfo de la oposición en la elecciones legislativas ha sido, simplemente, desconocido por el régimen e inutilizado mediante la cooptación del sistema judicial. La población es consciente de que las elecciones, lejos de solucionar el problema, han agravado la opresión del régimen. Tal vez el Gobierno de Caracas, que se está empleando a fondo en la represión de las manifestaciones, consiga parar temporalmente las protestas. Pero el riesgo de que éstas se escapen de las manos de los dirigentes de la oposición y se tornen en resistencia violenta es cada vez más cierto. No sólo menudean los ataques de guerrilla urbana contra las fuerzas policiales, sino que se empiezan a producir saqueos e incendios de sedes oficiales. Muchos de estos incidentes pueden atribuirse a los comandos parapoliciales de Maduro, especialistas en la técnica de la provocación, pero no se puede obviar que hay grupos, especialmente de estudiantes y jóvenes trabajadores, que han decidido que las consignas de los líderes opositores de mantener las protestas de forma pacífica sólo conducen al fracaso.