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Mario Conde, un ejemplo de vida dedicada al delito
El ascenso y la caída de Mario Conde están marcados por noticias espectaculares, a la altura de un personaje que irrumpió en la vida pública española con el lema de «comerse el mundo». La primera fue cuando el Consejo de Administración del Banco Español de Crédito le nombró, el 30 de noviembre de 1987, presidente de la entidad. Se convertía así en el banquero más joven de nuestro país, con tan sólo 39 años de edad. La segunda, el 28 de diciembre de 1993, fue cuando el Banco de España intervino Banesto y destituyó a su presidente al descubrir un agujero patrimonial de 2.700 millones de euros. Hubo una más: el 23 de diciembre de 1994 ingresó preventivamente en la cárcel (la pena en firme de diez años la ratificó la Audiencia Nacional el 31 de marzo de 2001 y el Tribunal Supremo la aumentó a 20). Ayer, Conde volvió a ser detenido acusado de delitos de blanqueo de dinero y repatriación desde Suiza y Reino Unido de fondos que supuestamente saqueó en su etapa al frente de Banesto y cuyo paradero nunca se supo. Éste es el verdadero currículum del que se convirtió en un modelo de banquero que jugó con el dinero que sus cuentacorrentistas le habían confiado; en el ejemplo de empresario «antisistema» que, paradójicamente, convirtió en una nueva clase social, frívola e irresponsable, a la llamada «beautiful people»; y el alumno aventajado que hizo realidad aquello de lo que el ministro socialista Carlos Solchaga se vanagloriaba: «España es el país del mundo donde más rápido se puede hacer uno rico». Su detención ha revelado que, después de su paso en diferentes períodos por la cárcel, ha seguido delinquiendo, sin el menor propósito de enmienda o arrepentimiento. Su reincidencia ha tenido lugar después de una pretensión continua de dar ejemplo de moralidad y ética en algunos programas de televisión en los que, sin el menor escrúpulo, fue contratado. Con el estilo altanero que creía que podía emplear gracias a su brillante expediente académico llegó a decir, una vez reconocido el agujero financiero en Banesto, que tenía dinero para vivir «tres vidas». Ahora podemos ver que jactarse del delito fue más que una debilidad psicológica o un reto al Estado de Derecho: simplemente fue el anuncio de que, pasado el tiempo, recaudaría el dinero sustraído de Banesto. A lo largo de los últimos años, Mario Conde ha creado una red de empresas y testaferros con los que ha conseguido repatriar unos 13 millones de euros cuya procedencia, según los indicios de la investigación, provendrían del «caso Banesto» y del «caso Argentia-Trust» (otro caso por el que fue condenado a seis años de prisión por apropiación indebida y falsedad documental después de retirar 3,6 millones de euros sin explicar su finalidad). En total, Conde desvió 900 millones de pesetas (5,5 millones de euros), que ocultó y de los que evitó toda responsabilidad civil. La investigación abierta a través de una querella de la Fiscalía Anticorrupción ha sacado a la luz un delito de blanqueo de capitales, organización de capitales y ocho delitos contra la Hacienda Pública. La detención ayer del ex banquero, de sus hijos, de algún familiar y de sus colaboradores ha dejado claro que en casos de corrupción la pena sólo se cumple plenamente cuando se reintegra el dinero sustraído. Sucesos de esta gravedad son los que provocan alarma social y desconfianza hacia el sistema político y judicial, por lo que sólo cabe actuar con la Ley en la mano contra aquellos que, como Mario Conde, han defraudado a la Hacienda Pública y al conjunto de los ciudadanos.
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