Hacienda
Negocios por explicar
Los registros de las sedes empresariales y de los domicilios de Oleguer Pujol ordenados por el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz no desvirtúan en modo alguno la presunción de inocencia del imputado, como no puede ser de otra forma en un Estado de Derecho como el español. Al hijo menor de los Pujol le asiste, por lo tanto, el derecho a no declarar y a llevar su estrategia de defensa como mejor crea oportuno ante las acusaciones de que es objeto. Ciertamente, le hacen un flaco favor tanto los que, como el coordinador general de CDC, Josep Rull, tratan de envolver la causa en la bandera, insinuando insidiosos ataques a Cataluña detrás de la actuación de la Justicia, como los que minimizan el impacto ante la opinión pública de la sucesión de denuncias e informaciones que tienen como protagonistas a los miembros de la familia del ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol Soley, en la creencia de que el prestigio político y social que ha acompañado al líder del nacionalismo catalán le exime de mayores explicaciones. Se equivocan porque, en efecto, ni es un hecho frecuente que hasta cuatro miembros de una misma familia –el propio Pujol y tres de sus hijos– se hallen incursos simultáneamente en otros tantos procedimientos judiciales, ni mucho menos que un clan vinculado al partido que ha ejercido el poder en Cataluña durante décadas consiga tales niveles de enriquecimiento de sus integrantes y allegados en una sola generación. Si de algo ha hecho gala el ex presidente de la Generalitat ha sido, precisamente, de unos orígenes familiares de clase media en los que la relativa prosperidad vino del esfuerzo personal. De ahí que la realidad de lo que está ocurriendo escape a las habituales tácticas procesales y aconseje una actitud completamente diferente. El patriarca tuvo una buena oportunidad de despejar las sospechas y desconfianzas de la opinión pública catalana, que es la más directamente afectada por la sucesión de las denuncias, cuando fue convocado por el Parlamento de Cataluña, pero la dejó pasar, encerrándose en un silencio cargado de superioridad moral que se identificaba sin pudor con la construcción moderna de Cataluña. Pero ni Jordi Pujol es Cataluña ni los catalanes pueden ser convertidos en potenciales cómplices de una actuación personal reprochable. Lo mismo reza para los tres hermanos Pujol Ferrusola que están incursos en averiguaciones judiciales. Deberían poder explicar públicamente la génesis de unos negocios multimillonarios que ellos mismos mantienen que han sido legítimos. Y como no parece que lo puedan explicar, son los tribunales de Justicia los que tienen la última palabra, y convendría que no se demoraran. En todo caso, resulta ridículo que se aventen fantasmas de oscuras conspiraciones contra Cataluña para tapar el escándalo.
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