Resultados Elecciones Generales 2016

No fracasa Rajoy, fracasa España

La Razón
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Si nos guiamos por lo que dijo ayer Pedro Sánchez en su comparecencia tras la reunión que mantuvo durante una hora y veinte minutos con Mariano Rajoy, podríamos deducir que habrá nuevas elecciones generales. Incluso se le podría poner fechar si se cumple el calendario previsto por la Constitución: el 27 de noviembre. Pero no hay que anticiparse al peor de los escenarios posibles, ni utilizarlo de moneda de cambio en unas negociaciones. Insistimos en el hecho de que partimos de lo que el líder de los socialistas manifestó ayer: «A día de hoy», el PSOE se ratifica en su rechazo al PP. No sabemos, como es lógico, qué pasara «a día de mañana», pero ha llegado el momento de que Sánchez muestre cuáles son sus intenciones. Está claro que los socialistas nunca votarían la investidura de Rajoy, y se puede entender dentro de la lógica democrática y partidista, pero en estos momentos convendría que diesen un paso para saber si aceptan alguna fórmula de diálogo con la posibilidad, ya no de hacer presidente a Rajoy, sino de que la legislatura que tenemos por delante –si es que finalmente no se frustra– sea lo más estable posible para alcanzar los compromisos presupuestarios y europeos que tiene nuestro país. No es una broma. El nuevo mapa político, con cuatro partidos predominantes, requiere ajustarse y definir bien su electorado; aunque estén en permanente choque, hay un límite en este juego: los intereses generales de los españoles y los asuntos de Estado. Además de formar gobierno, éste debe tener «una cierta estabilidad», apuntó ayer Rajoy, un margen de maniobra y contar con la «lealtad institucional y responsabilidad» de las otras formaciones. El tiempo se echa encima y no se puede eternizar un Gobierno en funciones, y menos sin la aprobación de los Presupuestos del Estado (en septiembre hará un año desde que salieron adelante los de 2016), en los que deben estar incluidos los ajustes que permitirán cumplir los objetivos de déficit que vienen marcados por la UE. Hace también un año que el Ejecutivo aprobó el techo de gasto de las administraciones públicas, en las que están incluidas, claro está, las gestionadas por el PSOE. A nadie se le escapa que la Unión Europea está haciendo notar su presión sobre la situación política española. Sánchez lo sabe de sobra. Puede persistir en el «no», pero cada vez que lo repite se aleja más de la solución porque pone más difícil desdecirse. Si su estrategia es «quemar» a Rajoy en una fracasada investidura en la que no cuente con la abstención del PSOE –después de que Ciudadanos confirmase esta opción en el segundo debate–, puede ahorrarse todo ese trámite: el líder del PP todavía no tiene el mandato del Rey para formar gobierno y ni siquiera están constituidas las Cortes. Por otra parte, Rajoy dejó claro que no irá a la investidura si no tiene los apoyos suficientes. El PP es la fuerza más votada y, por lo tanto, tiene la obligación de intentar gobernar, pero el resto de partidos también tienen una responsabilidad. Sánchez se descartó como «aliado potencial», según la terminología que empleó, pero tampoco dijo cuál es la opción por la que apostaría el PSOE, por lo que el líder socialista insiste en su posición obstruccionista e incluso negó cualquier negociación, aunque ésta se haga en base a los compromisos presupuestarios con Europa. A Rajoy parece no preocuparle tanto la investidura como alcanzar un acuerdo de Gobierno para los próximos años. Todo hace pensar que Sánchez se mueve en unos tiempos, mucho más cortos en los que no descarta la repetición por tercera vez de las elecciones. «El problema con el suicidio político –escribió Churchill– es que uno queda vivo para lamentarlo».