Gobierno de España

No hay razones para la abstención

La Razón
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Tal vez, sin el episodio de la moción de censura contra el Gobierno de Mariano Rajoy, promovida por el PSOE bajo un motivo falaz y cuando España aún afrontaba las consecuencias de la intentona separatista en Cataluña, podrían tomarse en consideración los llamamientos a la razón de Estado y a los consensos de la Transición que hacen los diputados socialistas de la XIIª Legislatura a sus colegas populares para que faciliten con su abstención la investidura de Pedro Sánchez. Por cierto, el mismo dirigente socialista que decidió dimitir cuando no consiguió imponer su voluntad de bloqueo – «no es no», proclamaba– y el mismo que escribió en unas precoces memorias que haber facilitado el Gobierno popular «había sido un error histórico», que subordinaba al PSOE a las derechas. Pero es que, además, frente a lo que escriben los diputados socialistas en su «carta colectiva», la aritmética parlamentaria actual y la inmediata experiencia de los pactos autonómicos y municipales alcanzados por el PSOE con Podemos, separatistas, nacionalistas e, incluso, Ciudadanos, no tiene paralelo alguno con lo que ocurría en el verano de 2016. Asimismo, que el mismo partido que sumó fuerzas con quienes actuaban desde intereses y estrategias claramente anticonstitucionales para desalojar del Gobierno a un presidente legítimamente elegido y que acababa de negociar los Presupuestos del Estado, se envuelva en la bandera de la Transición, se describe perfectamente con uno de los párrafos de la carta. El que reza que «en política es tan importante lo que se dice como quien lo dice». Por otra parte, ha sido el propio Pedro Sánchez quien aceptó el encargo de Su Majestad de formar Gobierno, acto político que, al menos, presupone que el candidato tiene o puede conseguir los apoyos parlamentarios suficientes, más aún cuando se plantea desde una mayoría parlamentaria tan exigua como la que obtuvo Mariano Rajoy en 2015. Llegados a este punto, parece inadecuado reclamar del Partido Popular la abstención en la próxima sesión de investidura, mientras se mantienen negociaciones con el partido de Pablo Iglesias, aunque sólo sea porque el PSOE podría utilizar ese «gesto de Estado» de la oposición para obtener una mejor posición negociadora frente a Podemos. Pero si lo que subyace detrás de la carta es el temor de los socialistas a llegar a una situación de bloqueo, algo que no se debe descartar a priori tras la fallida experiencia de gobierno de Pedro Sánchez, que no consiguió pactar sus Presupuestos, se equivocan de interlocutor y, sobre todo, miden mal los tiempos. Si bien comprendemos la renuencia del PSOE a colocarse en la misma situación de dependencia parlamentaria que obligó a disolver las cámaras y adelantar la convocatoria de nuevas elecciones, y vista la postura intransigente del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, todavía es perfectamente posible abordar un pacto de gobierno en coalición con los de Pablo Iglesias y los partidos regionalistas y el PNV, que conjurara el peligro de una desafección táctica del nacionalismo catalán, cuya reacción a la ya cercana sentencia del Tribunal Supremo es de difícil pronóstico. En nuestra opinión, sería un Gobierno poco deseable, pero, al menos, evitaría la repetición electoral, daría salida al «impasse» político y, lo más importante, es perfectamente factible. La mejor opción a nuestro juicio, gobernar con Ciudadanos, obligaría al PSOE a reconsiderar muchos de sus acuerdos regionales, notablemente en Navarra, Cataluña y Baleares. Sin duda, Sánchez cuenta con que la amenaza de repetir elecciones pueda torcer el brazo de Pablo Iglesias sin necesidad de hacer grandes concesiones. Es un cálculo azaroso, pero que podría resultar. Lo que está totalmente fuera de lugar es pedir la abstención de quien menos razones tiene para darla.