Barcelona

Populismo separatista

La Razón
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Amparadas en el equívoco del «derecho a decidir», las nuevas plataformas de izquierdas surgidas a la estela de Podemos en Cataluña, como Barcelona en Comú o Catalunya sí que es pot, han eludido pronunciarse con claridad sobre el proceso separatista que ha puesto en marcha el presidente de la Generalitat, Artur Mas, conscientes de que una buena parte de sus votantes no se sienten concernidos con un proyecto independentista que dejaría intactas las, a su juicio, injustas estructuras de poder de la actual clase dominante. Es decir, que la clásica dicotomía entre marxismo y capitalismo, por más que se exprese en los torpes términos del populismo al uso, determina su orientación ideológica por encima de cualquier esencialismo nacionalista. Pero este recurso a la calculada ambigüedad, amén de ser una estrategia poco original tiene, sobre todo, fecha de caducidad el próximo 28 de septiembre, el día siguiente de las previstas elecciones autonómicas, cuando todos los actores estarán obligados a poner las cartas sobre la mesa. Sería ingenuo pedir a los promotores de estas plataformas –en las que se incluyen los últimos supervivientes del Partido Comunista–, que antes de concurrir a las urnas definieran sin ambages su postura sobre un asunto de tanta trascendencia política y social como es el proceso de secesión de Cataluña, pero en según qué casos, su potencial elector no encontraría prácticamente diferencias entre entregar su voto a ese marxismo de marketing o, por ejemplo, dárselo a ERC, por citar a unos separatistas nada dudosos. La cuestión roza el esperpento cuando la misma carta programática de Catalunya sí que es pot –en la que se integran Podemos, Iniciativa y Esquerra Unida– plantea indistintamente una república catalana independiente, confederal o federal. Sin embargo, existen indicios más que suficientes para que los hipotéticos votantes no se lleven a engaño. Basta con deducir de las actitudes personales de los principales dirigentes de estas plataformas cuál será el destino que darán a los votos recogidos. Así, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, reafirmaba ayer su «lealtad institucional» al presidente de la Generalitat y daba su total apoyo a la manifestación independentista de la Diada. Una lealtad que se otorga a alguien que pretende conculcar la Constitución, que es la ley de leyes, no tiene otra interpretación posible. Igualmente, el líder de la plataforma Catalunya sí que es pot, Lluis Rabell, ha reconocido que votó doble «sí» en el sucedáneo de referéndum organizado por Artur Mas el pasado 9 de noviembre. En definitiva, los ciudadanos deben ser conscientes de que entregar su voto a Podemos sólo servirá para apuntalar el proceso independentista catalán. Una reflexión que también es válida para las próximas elecciones generales.