Estados Unidos
Reforzarse contra el ébola
Sea cual sea la evolución de la salud de Teresa Romero, que ayer sufrió un severo empeoramiento tras unas primeras horas de esperanza, el combate contra el ébola no se terminará aquí: será arduo, largo y costoso. La Organización Mundial de la Salud ya ha advertido a los países occidentales de que, tarde o temprano, aparecerán nuevos casos en su propia casa. Es ilusorio creer que las fronteras que separan África de Europa o de Estados Unidos son infranqueables para el virus. Por eso, sin caer en alarmismos ni dejarse llevar por la histeria, conviene pertrecharse con los medios más eficaces y los protocolos más seguros. La labor sanitaria desplegada hasta ahora, desde el traslado del padre Pajares hasta el internamiento de la enfermera contagiada, ha sido, en líneas generales, adecuada. Pero no es suficiente. Un análisis detallado del periplo de Teresa Romero durante los diez días previos a su ingreso demuestra que en diversos momentos no se aplicó el protocolo con todo rigor y diligencia, bien fuera por desconocimiento, bien por descuido. También han surgido dudas sobre la validez de algunos procedimientos, como situar en 38,6 grados la frontera febril para el ingreso hospitalario. Son asuntos de gran relevancia que deberán abordar hoy el Ministerio de Sanidad y los consejeros autonómicos en la reunión conjunta convocada por la ministra Mato. Desde el Gobierno se propondrá intensificar los controles en puertos y aeropuertos, así como ciertas modificaciones del protocolo para hacerlo más estricto. Algunas comunidades propondrán rebajar en uno o dos grados el límite febril de alarma y se analizarán los diversos tratamientos experimentales en curso en diversas partes del mundo, su eficacia y viabilidad. Al mismo tiempo convendría que pusieran al día el mapa hospitalario con los medios necesarios para hacer frente a distintos escenarios. Que una epidemia sea muy improbable, prácticamente imposible, no significa que se deba despreciar como hipótesis de trabajo. Y, no menos importante, es inaplazable mejorar la formación del personal que deberá enfrentarse al virus y atender adecuadamente a los pacientes en observación. Porque resulta muy desalentador el comportamiento como el de algunos profesionales de enfermería del Carlos III-La Paz, que se han negado a trabajar aduciendo falta de seguridad. En suma, hay mucha tarea por delante y sería deseable que, para variar, Gobierno y comunidades autonómas ofrecieran hoy una imagen de unidad de acción y que transmitieran tranquilidad y confianza en nuestro sistema de Salud para hacer frente a la crisis. No es momento de batallitas de partido, sino de superar con eficiencia y rigor un desafío sanitario de fuertes repercusiones sociales y económicas.
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