España

Respaldo al ministro Wert

El ministro de Educación, José Ignacio Wert, se queja, en la entrevista que hoy publicamos, de que nadie en la oposición ha presentado propuestas alternativas concretas en asuntos centrales de la nueva ley de educativa, salvo la excepción del ámbito universitario catalán. Ciertamente tiene razón el ministro, puesto que el rechazo a la Lomce, que se dispone a abordar su tramo parlamentario, se ha dispersado en cuestiones periféricas, con críticas de trazo grueso, o referidas a posiciones ideológicas, cuando no sectarias. Pero no sólo. Denuncia el ministro de Educación otros motivos poco edificantes a la hora de oponerse al cambio. Por ejemplo, que como para las administraciones autonómicas resulta más caro financiar la Formación Profesional que el Bachillerato, muchos prefieren rebajar la exigencia en la enseñanza media, aunque los alumnos así titulados tengan que enfrentarse al mundo laboral con una preparación inadecuada. El problema es que la realidad es tozuda. Una tasa de desempleo juvenil como la padecida por España –cercana al 57 por ciento– no es sólo consecuencia de la crisis económica sino, también, fruto de un sistema educativo que no puede calificarse menos que de ineficiente. Es un sistema que expulsa de las aulas cada curso a una cuarta parte del alumnado, pese a que está dotado de fondos públicos más que generosos, que suponen un gasto de media por alumno superior en un 15 por ciento al que dedican nuestros socios de la Unión Europea. Un sistema, por último, que mantiene a España a la cabeza del fracaso escolar entre los países de nuestro entorno y a la cola de la UE cuando se trata de evaluar conocimientos básicos de lectura y Matemáticas de los educandos. Y así, lo que al secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, le parece un «disparate», se convierte en una necesidad urgente para el futuro de nuestros jóvenes. Como dijimos en su momento, el ministro Wert ha preparado un texto legislativo que ataca directamente los tres grandes problemas del sistema socialista aún vigente: la baja calidad de la enseñanza, la dispersión territorial y la falta de alternativas para los alumnos que se muestran incapaces de terminar el ciclo obligatorio. Ése es el fondo de la reforma, y en esa tarea no encontrará la oposición fisuras entre los responsables del Partido Popular. Es uno de los grandes desafíos de futuro que ha planteado Mariano Rajoy y que su ministro de Educación, perfectamente respaldado por todo el Ejecutivo, está dispuesto a llevar adelante. E implica un mayor esfuerzo y responsabilidad por parte de todos los sectores educativos, a quienes se dota de más autonomía, pero con la contrapartida de una mayor exigencia. En todo caso, un reto inaplazable.