Gobierno de España

Sánchez no puede entregar Navarra

No sería fácil explicar a la opinión pública que el mismo partido socialista que se ha opuesto en Navarra a las políticas de euskaldunización del nacionalismo vasco hiciera posible con su apoyo una reedición del cuatripartito vasquista, desoyendo la voluntad mayoritaria de los ciudadanos de la Comunidad Foral. De ahí que la única razón que podría forzar ese desideratum político habría que buscarla en la estrategia personal del actual presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y de la importancia que conceda en la próxima legislatura a los apoyos de PNV y de Bildu. Porque el hecho incontrovertible es que las elecciones autonómicas, municipales y europeas celebradas en Navarra han supuesto la cristalización del rechazo de los votantes a unas políticas que, por encima de la tradicional división ideológica entre derechas e izquierdas, han coaligado a los partidarios de la anexión de la Comunidad Foral al País Vasco, que es uno de los objetivos irrenunciables del separatismo vasquista y uno de los condicionantes que siempre ponía sobre la mesa la banda terrorista etarra en los pretendidos procesos negociadores con el Gobierno de la Nación. De hecho, la acción política del cuatripartito que presidía Uxue Barkos, en el que, como ya hemos señalado, cohabitaban los conservadores del PNV con los radicales de izquierda de Podemos, ha ido dirigida a promover la extensión del euskera en las zonas castellanoparlantes, con la imposición del bilingüismo a los funcionarios, la reforma de los planes de estudio y la discriminación en las ayudas escolares y de comedor a los alumnos que preferían estudiar en castellano. También, mediante la imposición de una ley de símbolos, que incorporaba la ikurriña como una bandera más de la comunidad. En efecto, a este proceso de ingeniería social se habían opuesto los tres partidos que hoy forman la coalición Navarra Suma, –UPN, Partido Popular y Ciudadanos– y el propio Partido Socialista. Con un resultado inequívoco: quienes defienden sin matices ni equidistancias la foralidad de Navarra y su permanencia en el conjunto de la Nación española han obtenido el 57 por ciento de los votos en las elecciones autonómicas y el 58 por ciento en las europeas. Por contra, los vasquistas han visto reducirse su representación parlamentaria de 26 a 19 escaños, perdiendo la mayoría absoluta de la que gozaban, entre otras cuestiones, por la debacle de Podemos y el peor comportamiento de Izquierda Unida, lo que demuestra que existe una creciente desconexión de los votantes de extrema izquierda con unos dirigentes a los que consideran demasiado próximos a los nacionalismos disgregadores. Así, Navarra Suma, con 20 escaños y el 36,49 por ciento de los sufragios; y el PSOE, con 11 diputados autonómicos y el 20,75 por ciento de los votos, son las formaciones que han ganado largamente las elecciones forales y las que deben ofrecer una fórmula de Gobierno que esté de acuerdo con los deseos expresados por los electores. Que el PNV y Bildu no estén de acuerdo y acusen en lo vivo el retroceso sufrido después de años de paciente colonización política de Navarra entra dentro de lo esperado. Como también lo es que traten de condicionar sus futuros apoyos parlamentarios al Gobierno de Pedro Sánchez. No es, desde luego, la primera vez que se plantea a los socialistas este dilema que, en el caso del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, se resolvió en la dirección correcta. De la misma forma, Sánchez no puede entregar el Gobierno foral a quienes no sólo no han ganado las elecciones, sino que han sufrido la reprobación mayoritaria de sus políticas anexionistas, incluso, aunque los votos del PNV en el Congreso pudieran llegar a ser determinantes en la legislatura que comienza.