Consejo de Ministros
Se acabó el tiempo de Mas
Si hay una palabra que distorsione el llamado proceso soberanista en Cataluña y de la que huyen sus líderes, ésta es Kosovo. Es decir, la creación de unas estructuras de Estado propias, previas a la declaración unilateral de independencia. No sólo supondría situarse fuera de la legalidad democrática, sino aparecer ante Europa como un territorio irredento y trasnochado que rechaza las normas comunitarias y toma como rehenes a los propios ciudadanos, a los que prometió que podrían votar, aunque los dirigentes nacionalistas sabían que no iba a ser posible, o no legalmente. La farsa funcionó hasta que el Tribunal Constitucional suspendió la ley de consultas y el posterior decreto de convocatoria. Desde ese día, hace ahora dos semanas, la actitud del Gobierno de Mas ha sido la de simular sobre la evidencia de los hechos y forzar hasta lo indecible, y es que una institución como la Generalitat de Cataluña no puede situarse fuera de la Ley, y quien así lo decida asume una responsabilidad de la que deberá dar cuenta. Se ha cultivado la idea de que el referéndum era posible, aunque fuese ilegal, porque a Cataluña le socorre una legitimación histórica que no tienen otros pueblos que disfrutan de estructuras democráticas y, para ello, Mas ha utilizado la Generalitat para sus cálculos políticos, lo que de nuevo es un ejemplo de apropiación por parte de los nacionalistas de los símbolos de autogobierno de Cataluña, de manera que una parte de sus ciudadanos quedan excluidos si no certifican su obediencia nacionalista, ahora presentada como «derecho a votar». Después de unas reuniones algo teatrales con los partidos partidarios de la consulta, Mas no ha tenido otro remedio que reconocer la evidencia: su plan ha fracasado. Se dirá que han explorado otras «vías imaginativas», pero que, en definitiva, el referédum no se hará en los términos planeados en el decreto que Mas firmó muy ceremoniosamente el pasado día 27. Intentará conformar a sus socios de viaje y, de manera muy especial, a ERC, partido que lo sostiene en el Gobierno y, sobre todo, único beneficiario electoral de esta deriva que acabará con CiU fuera de la Generalitat y con 20 puntos menos que cuando Mas convocó elecciones anticipadas en 2012. No se podrá votar y, claro está, no había ni siquiera garantías democráticas para hacerlo. Sin embargo, persistió en una comedia de la que todos sabían el final, aunque él sólo buscaba culpabilizar a las instituciones democráticas españolas de su error, de su inmenso error. Ahora le tocará gestionar una frustración construida sobre un delirante radicalismo impropio de lo que sería un político moderno y con los pies en la tierra. O todo o nada. ¿Por qué Mas no ha suspendido antes el referéndum? Porque sólo ha sido una lamentable arma táctica al servicio de un partido. Su tiempo político ha acabado y todo indica que los grandes perjudicados serán los ciudadanos de Cataluña. Artur Mas ha fracasado como político.
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