Bruselas

Socialismo indefinido

El socialismo español no ha acabado de digerir su última derrota electoral frente al Partido Popular, que, en noviembre de 2011, llevó a Mariano Rajoy a La Moncloa. El apoyo que recibió el actual presidente del Gobierno superaba los quince puntos respecto al PSOE –que perdió casi cuatro millones de votos–, una diferencia que dejaba a la luz el castigo del electorado a un Gobierno que no supo leer los primeros signos de la crisis económica o que, ilusoriamente, miró hacia otro lado pensando que la negación de la realidad ocultaría los efectos devastadores de la recesión. La crisis del PSOE tiene una fecha, mayo de 2010, después de que Bruselas y Washington pidiesen recortes drásticos a Rodríguez Zapatero y con ellos echase por tierra la arquitectura social e ideológica de su mandato. La Conferencia Política del PSOE que se clausuró ayer es heredera de esta crisis. Por un lado, tras la derrota de 2011, el liderazgo dejado por Zapatero no ha sido ocupado por Pérez Rubalcaba, un veterano político con experiencia de gobierno pero incapaz de articular una política alternativa a las reformas que Rajoy está poniendo en marcha. Lo cierto es que las medidas aplicadas por el actual Gobierno están teniendo resultados (Van Rompuy elogiaba ayer estas políticas), mientras que las propuestas socialistas no dejan de ser meras declaraciones de principios que ni ellos llegarían a aplicar. Este cónclave ha anunciado muy vagamente un «escudo fiscal para quienes más lo necesitan», sin especificar qué resultados tendrían ni en las clases medias ni en los sectores productivos. Los socialistas viven todavía atenazados por consignas de escaso contenido. Decir que el PSOE que salga de esta conferencia será «más rojo, más morado y más verde» es, sencillamente, no decir nada o, algo peor, eludir los verdaderos problemas del país. Mientras los españoles piden creación de empleo, los socialistas hablan de hacer una política más de izquierdas, lo que en sí mismo no es ninguna solución. En esta indefinición es especialmente llamativa la política territorial, perdiendo incluso una identidad arraigada: la de que el PSOE debe ser un partido nacional que garantice la igualdad de los ciudadanos en todas las autonomías. La situación abierta por el PSC defendiendo el «derecho a decidir» es una incongruencia que sólo deteriora a un partido que siempre ha tenido una voluntad vertebradora en toda España. La encuesta que publicamos hoy arroja un resultado revelador: un 47% cree que el PSOE debería separarse del PSC y presentarse solo en Cataluña. Lo que sí ha quedado claro en esta confencia es que el tiempo político de Pérez Rubalcaba está llegando a su final, que su liderazgo no es reconocido ni por los propios militantes, que ha sido abiertamente planteado por los que quieren postularse para la secretaría general y que las baronesas y barones del partido ya han marcado los tiempos de relevo. Eso sí, no se sabe para dirigir qué tipo de partido.