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Un abismo político insalvable
La frialdad, dentro de un trato educado, que traslució la reunión celebrada ayer entre el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y el secretario general del PSOE y candidato a la próxima investidura, Pedro Sánchez, refleja el abismo que separa en estos momentos a los dos principales partidos políticos españoles. El líder socialista ha dejado clara su intención de formar Gobierno con el apoyo de los partidos de extrema izquierda y del PNV, y con la abstención de los separatistas, una vez que Sánchez ha rechazado la oferta de un amplio acuerdo de Estado, estructurado en cinco ejes fundamentales, hecha por el presidente del Partido Popular y que, por supuesto, incluía a Ciudadanos. Así las cosas, le corresponde al dirigente socialista conformar un frente de apoyos parlamentarios que no sólo supone un riesgo cierto de radicalización del futuro Gobierno, sino que difícilmente respetaría las condiciones establecidas en su día por el Comité Federal del PSOE, especialmente en lo que se refiere a firmar cualquier tipo de acuerdos con partidos que ponen en duda la unidad de España y la igualdad constitucional de todos los españoles. Una perspectiva que, sin duda, genera preocupación en amplios sectores del mundo económico y financiero español, así como entre nuestros socios europeos, y que Pedro Sánchez no parece capaz de calmar, a tenor de sus demandas a Mariano Rajoy para que se abandone un supuesto discurso del miedo. Un discurso, debemos señalar, que no es más que el reflejo de las dudas, muy razonables, de que los condicionamientos que le impongan Podemos e Izquierda Unida al hipotético Gobierno de Sánchez lleven a España a seguir el mismo camino equivocado que Grecia, la única economía de la eurozona que ha vuelto a entrar en recesión, arrojando por la borda el fruto de los duros sacrificios hechos por su población. Sólo desde este plano se entiende que la posibilidad de que Bruselas flexibilice sus exigencias de reducción del défict público haya tenido protagonismo entre los asuntos tratados en la breve reunión, junto con la búsqueda de una posición común española ante las demandas de Gran Bretaña de renegociar los compromisos adquiridos con la Unión Europea. El hecho de que Mariano Rajoy trasmitiera a su interlocutor no sólo su convicción de que un gasto público contenido es la mejor fórmula para sanear la economía y mantener el crecimiento del mercado de trabajo, sino su presunción de que la Comisión Europea no parece muy dispuesta a conceder excepciones que, en el fondo, suponen un paso atrás en el proceso de saneamiento de la eurozona, hay que entenderlo como un aviso frente a la intención declarada del líder socialista de volver a tirar del déficit para cumplir las condiciones que pone Pablo Iglesias para apoyar la investidura. De la misma forma, si en la reunión el propio Pedro Sánchez eludió tratar el asunto de la corrupción –del que sólo se habló en las comparecencias públicas posteriores a instancias de los periodistas– es, precisamente, porque ha llegado el momento decisivo para el candidato socialista, en el que debe demostrar que es capaz de sacar adelante el encargo de Su Majestad de formar Gobierno, sin que, por el momento, las negociaciones hayan dado resultados tangibles, más allá de las muestras de voluntarismo y las buenas palabras. Porque, hasta ahora, sólo hemos escuchado las exigencias de los presuntos socios de investidura, que son más de las que el PSOE estaría en disposición de aceptar, si quiere seguir como partido referente de la izquierda.
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