España
Un año de vértigo
Mañana se cumple un año de la victoria electoral del PP que llevó a Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno. Desde entonces, España ha vivido uno de los periodos más intensos, frenéticos y reformistas que se recuerdan desde la época de la Transición democrática. La magnitud sin precedentes de los desafíos económicos, la ruinosa hipoteca dejada por el anterior Gobierno socialista, los exigentes compromisos con la Unión Europea y, sobre todo, el grave quebranto que suponen, social y moralmente, los cinco millones y medio de parados han obligado al equipo de Rajoy a tomar en unos pocos meses decisiones que en circunstancias normales bastarían para llenar toda una Legislatura. Desde que tomó las riendas del Gobierno, a finales de diciembre pasado, ha puesto en marcha o reformado más de medio centenar de leyes, ha afrontado una reducción fiscal por encima del 3,5% del PIB, ha saneado el sistema financiero, ha impulsado un cambio histórico de una legislación laboral que sólo fabricaba desempleo, ha aguantado la presión insoportable de los especuladores financieros internacionales y ha tomado decisiones quirúrgicas, sin cálculos electorales, para que la Sanidad y la Educación no colapsaran. No ha habido ni una sola habitación del Estado que Mariano Rajoy no haya abierto para oxigenarla y hacerla habitable en medio de la mayor crisis económica que se recuerda dentro y fuera de España. Lo razonable, lo que dictan el sentido común y la lealtad hacia los ciudadanos, es que Mariano Rajoy hubiera contado con la cooperación de la oposición, en especial de los socialistas. Pero no ha sido así. Muy al contrario, el partido que dirige Rubalcaba ha boicoteado por sistema casi todas las iniciativas del PP, ha alentado dos huelgas generales organizadas por unos sindicatos egoístas e irresponsables y ha azuzado las manifestaciones callejeras que no se han parado en barras, ni siquiera ante la sede del Congreso. Por si fuera poco, el Gobierno de la nación ha tenido que resistir con temple y sin caer en provocaciones el desplante soberanista de Artur Mas, que ha añadido aún más incertidumbre interna y ha dañado la imagen externa de España. Pese a todo, el presidente Rajoy ha demostrado tener las ideas claras y el pulso firme. Ha gobernado con pragmatismo y no ha sucumbido ni a la tentación populista ni al efectismo de la demagogia. Ha actuado con responsabilidad y sentido común, anteponiendo el interés general por más que supusiera desgaste político o electoral. La gran mayoría de las medidas que ha puesto en marcha no darán sus frutos de forma inmediata, sino a medio y largo plazo. Pero los darán y serán muy positivos para España. Hace un año los españoles pusieron su confianza absoluta en Rajoy y hoy puede afirmarse que no ha sido en balde.
✕
Accede a tu cuenta para comentar