España

Un empresario de los grandes

Con la muerte de Isidoro Álvarez, España pierde no sólo a un gran empresario, sino a un hombre íntegro, con una sólida formación universitaria –no en vano fue profesor de Estructura Económica en la cátedra de Juan Velarde, en la Universidad Complutense de Madrid–, que, desde la labor callada de la presidencia de la Fundación Areces, ha impulsado el mecenazgo científico en nuestro país, creando, como resaltaba ayer el ministro de Educación, José Ignacio Wert, una estructura formativa de la que se han beneficiado miles de jóvenes investigadores durante las últimas tres décadas. Tal vez sea esta vocación por el conocimiento y la cultura, muy centrada en la ciencia económica, el aspecto menos conocido de este gran director de empresa, cuya discreción –nunca concedió una entrevista– era proverbial. Un hombre que entendía como pocos las claves de la gran distribución comercial, que diversificó el negocio, acompasando su desarrollo a los cambios sociales de un país en plena evolución y a las nuevas tecnologías de la comunicación, pero del que habría que destacar que llevó a cabo con éxito los dos mayores retos a los que se puede enfrentar una persona. Primero, recibir la dirección de una empresa de éxito, pionera en el sector, como era el El Corte Inglés que fundó su tío, Ramón Areces, y saber mantenerla a la cabeza del mercado, desarrollando todas sus potencialidades. Y, segundo, disponer su sucesión de tal manera que la obra continúe con las mismas perspectivas de éxito. El nombramiento como consejero director general de su sobrino, Dimas Gimeno, un economista formado en la empresa, que conoce a la perfección, y la incorporación al Consejo de Administración de Manuel Pizarro, especialista financiero de impecable trayectoria, garantizan el futuro de una firma que se ha convertido en santo y seña de identidad de España, fenómeno sociológico extraordinario porque está imbricado en la cotidianidad de los españoles. El Corte Inglés es una de las pocas marcas que pueden presumir de haber sido integradas en la cultura popular de un país, sinónimo, además, de bien hacer. El impulso de Isidoro Álvarez a la expansión de los almacenes queda elocuentemente reflejado en sus cifras: casi cien mil empleados en sus 461 establecimientos comerciales –de ellos, 88 grandes centros y 43 hipermercados–, amén de sus cadenas de agencias de viajes y de ópticas. Isidoro Álvarez Álvarez falleció ayer, a los 79 años, en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, tan discreta y sencillamente como había vivido. Deja un legado inestimable, no sólo para España, sino para la cultura empresarial internacional. No pudo cumplir su vocación temprana en la docencia universitaria, pero nos ha dado una lección magistral de profesionalidad y visión económica.