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La Razón
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El próximo martes se cumplirá un año del anuncio de la abdicación del Rey Juan Carlos, aunque luego tardaría unos días en consumarse debido al vacío legal que existía para regular dicha eventualidad. Entonces, lo explicó como una decisión estrictamente personal bajo el convencimiento de que debía «pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando, y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana». Don Juan Carlos resumió su propósito en su deseo de querer siempre «lo mejor para España» y en la seguridad de que era el mejor momento para que pudiera producirse con toda normalidad el cambio en la Jefatura del Estado y la transmisión de la Corona al entonces Príncipe de Asturias. Doce meses después de aquella noticia, que conmocionó de una manera u otra al país, debemos concluir que el Rey Juan Carlos acertó una vez más en el fondo y en la forma. Si el tiempo da y quita razones, nos parece casi imposible no concluir que la abdicación resultó un último servicio a España como Jefe del Estado de enorme valor, proyección y consecuencias positivas. Su diagnóstico, su análisis de las circunstancias que rodearon el momento histórico de entregar la Corona al heredero fue el adecuado y puso en valor de nuevo la capacidad del Rey Juan Carlos, tantas veces comprobada a lo largo de un extenso reinado de casi 39 años, para interpretar los acontecimientos, medir los tiempos y responder de la forma más conveniente. Su confianza en la capacidad, la preparación y la madurez del actual Felipe VI fue otro de sus aciertos. Hoy, la institución monárquica aparece ante los ojos de los españoles revitalizada con un apoyo creciente entre los ciudadanos, como demuestran las encuestas. En esta nueva etapa, superados los diques generacionales por la voluntad del propio Rey Juan Carlos y favorecido por el liderazgo y la pujanza de un tiempo nuevo, se han propiciado avances notables en aspectos medulares en una institución clave en nuestra democracia constitucional. Es una puesta al día profunda, con la transparencia, la cercanía, la ejemplaridad y el compromiso público como rasgos fundamentales que se debe ponderar como merecen. La Corona ha emprendido un claro movimiento al alza entre los españoles independientemente de sus simpatías políticas, por lo que se encuentra en mejores condiciones para ejercer sus funciones. Ése era el propósito y la razón última que motivó el paso al frente, que no atrás, del Rey Juan Carlos, que, una vez más, supo poner el interés general por encima de cualquier otro, como ya hiciera a lo largo de su reinado.