Italia

Una banca muy solvente

La banca española ha superado con la mejor nota las pruebas de solvencia efectuadas por el BCE, incluso si se produjera una nueva recesión internacional de intensidad similar a la precedente. Nuestras entidades de crédito cumplen sobradamente las exigencias de reserva de capital y equilibrio financiero, con lo que puede darse por concluido el proceso de reestructuración del sector emprendido por el actual Gobierno. Aunque, como advirtió ayer el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, al dar cuenta de los resultados de los «estrés test», hay que huir de triunfalismos, de tan amarga memoria, y mantenerse en el esfuerzo, lo cierto es que el sistema bancario español afrontará el nuevo marco financiero, regido a partir de la próxima semana por el Mecanismo Único de Supervisión europeo, desde una excelente posición, con los balances en positivo, tras haber llevado a cabo saneamientos y provisiones de capital por un importe de 136.000 millones de euros, lo que equivale al 13 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). De la ingente labor realizada da cuenta que se ha reducido la exposición al mercado inmobiliario en un 65 por ciento, que era uno de los problemas más acusados y que exigía mayores esfuerzos de dotación. Si bien desde algunos sectores de la sociedad española, y no sólo los más próximos a posiciones de izquierda, se han vertido críticas a los programas de saneamiento impulsados por el Gobierno, que implicaban millonarias aportaciones de dinero público, lo cierto es que es imposible desvincular la salida de la crisis y la recuperación de la economía nacional sin una banca solvente y saneada. En efecto, no se debe a azares del destino que haya sido Italia, precisamente, el país cuyo sector bancario ha encontrado más dificultades para superar las pruebas del BCE –con hasta nueve entidades por debajo de los estándares exigidos–, reflejo de la situación de debilidad general que atraviesa la república transalpina, obligada a acometer un programa de reformas del mismo o mayor calado que el que se ha llevado a cabo en España. Pero, al mismo tiempo, ese entorno económico difícil en el que se desenvuelve actualmente la Unión Europea, con riesgo de estancamiento, añade un factor de incertidumbre que condiciona la actividad financiera y que, mucho nos tememos, mantendrá las restricciones crediticias. Sin embargo, es preciso insistir en la necesidad de que la banca española cambie cuanto antes su política de créditos y apueste por el tejido empresarial, de cuyo fortalecimiento depende la recuperación del mercado laboral. En combinación con la reducción de la presión fiscal prevista en los PGE, tendrá la virtud de reactivar el consumo interno, cuya caída lastra las posibilidades de acelerar una recuperación que apenas está despegando.