Fiesta del Orgullo Gay

Una izquierda machista e intolerante

La Razón
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Es paradójico acudir a una manifestación a favor de los derechos del colectivo de gais, lesbianas y transexuales (LGTBI) y ser víctima de los insultos y el acoso violento por parte de grupos pertenecientes a estos movimientos. Representantes de Cs fueron sometidos a un escrache insoportable y vergonzoso en la manifestación del pasado sábado en Madrid, al punto de tener que ser escoltados por la Policía. Que en una marcha en la que se defiende la tolerancia hacia la diversidad sexual se ejerza la intolerancia, pero además con esa actitud tan atávica y machista de querer imponerse por la fuerza del insulto, es muy sintomático. Los organizadores del Orgullo en Madrid deberían reflexionar sobre este hecho, habida cuenta de que han aceptado con normalidad esta actitud violenta y de un sectarismo impropio de quien dice defender los derechos civiles. Es cierto que recibieron la complicidad de quien, precisamente, debía mirar por una celebración pacífica y libre: el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, criticó en el arranque de la marcha a Cs por «pactar de una forma descarada y obscena con quien trata de limitar derechos LGTBI», permitiendo muy irresponsablemente el escrache que tuvo lugar a continuación. En estas palabras está el síntoma de los movimientos llamados de «género» o que luchan por la «diversidad» de creer que tienen una autoridad moral por encima del resto de los ciudadanos para decidir a quién se le permite formar parte de estos colectivos y quién debe ser señalado y acosado. Cs, como también el PP, son defensores de los derechos civiles de gais y lesbianas, respetan su elección sexual y forman parte con absoluta normalidad de su militancia, pero no son aceptados desde el principio muy y totalitario de que sólo puede ser homosexual quien es de izquierdas, se entiende, además, que de una izquierda muy reaccionaria o que se ciñe a los patrones establecidos por una filosofía de género al servicio de principios políticos muy sectarios. Recordemos que en 2010, la organización del Orgullo en Madrid prohibió que participaran grupos de homosexsuales de Israel porque decían que eran responsables del «genocidio» palestino, precisamente el único país de oriente próximo donde se respetan los derechos de la comunidad gay. Es sintomático que en estos movimientos anide un iliberalismo que contradice de plano lo que dice defender y crean, además, inocentemente que grupos todavía fieles a la ortodoxia de regímenes antidemocráticos permiten la homosexualidad. Basta conocer la situación en la que se encuentran en Cuba y la represión que siguen sufriendo. Sin embargo, se aplica una discriminación hacia partidos como Cs y PP, todo hace pensar que por el sectarismo en el que vive la izquierda española, que llega incluso al PSOE y su actual Gobierno, como Grande-Marlaska nos ha demostrado. Esa izquierda reaccionaria es incapaz de entender que muchas conquistas sociales ya son del conjunto de la ciudadanía y que nadie puede ser excluido, a no ser que lo que se persiga sea precisamente expulsar como siempre al adversario político. Es inevitable recordar cuando el poeta Jaime Gil de Biedma quiso ingresar en el Partido Comunista, allí por el año 1956, y fue denegada su solicitud por Manuel Sacristán, un alto dirigente, guía ideológico, traductor de «El capital» de Marx al castellano –y falangista en la posguerra– porque un homosexual era un riego para la revolución, citando, además, un texto de Lenin sobre el particular. Como dijo entonces el poeta Ángel González, la torpeza de unos burócratas impidió una torpeza aún mayor, la de afiliarse. ¿Quién puede dar lecciones?