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Urge designar a los candidatos
Una vez que el PSOE, que es el principal competidor del Partido Popular, ha cerrado, aunque con evidentes dificultades, sus principales candidaturas para las elecciones municipales y autonómicas del próximo 24 de mayo, es conveniente que los populares hagan lo propio lo antes posible, especialmente en dos plazas tan sensibles como Madrid y la Comunidad Valenciana, tradicionales feudos del centro derecha, pero donde las últimas encuestas preelectorales –aunque mantienen al PP en cabeza– señalan el riesgo de pérdida de sus mayorías absolutas, con lo que se abriría la posibilidad de que gobernaran distintos frentes de izquierda, con los consiguientes problemas de estabilidad y continuidad en los programas de reformas administrativas y de racionalización del gasto público, que tan buenos resultados están dando en la senda de la recuperación económica y de la creación de empleo. Si bien parece que la designación de los candidatos populares puede ser un hecho esta misma semana, con la celebración de un Comité Electoral extraordinario, se ha convertido en lugar común hablar de los «tiempos de Mariano Rajoy», por contraposición a la lógica política que dicta el calendario, lo que en muchas ocasiones ha demostrado ser una estrategia virtuosa, pero que tiene el inconveniente de prolongar incómodas situaciones de interinidad como la que, sin ir más lejos, está viviendo el actual presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, cuya trayectoria al frente del Gobierno autónomo ha sido excelente –la región madrileña lidera prácticamente todos los indicadores de crecimiento económico y social–, pese a las evidentes dificultades del cargo en un periodo de crisis, y en medio de la eclosión de formaciones que están fragmentando el mapa político, con mayor incidencia en el sector de la izquierda, y enrareciendo el ambiente electoral. No tiene, además, el Partido Popular problemas de liderazgo interno que justifiquen, como en el caso del PSOE, operaciones de recambio de candidatos con el recurso a figuras ajenas a la militancia, ni precisa de sorpresas mediáticas. El votante popular conoce y valora la solidez en la gestión, la centralidad de las posiciones ideológicas y las apuestas, a veces arriesgadas, por los grandes proyectos de futuro. Pero, ciertamente, las consecuencias de la crisis, los problemas de corrupción detectados, el incumplimiento de un compromiso sensible como la derogación de la ley del aborto, son circunstancias que pueden desmovilizar parte del voto popular, llevándolo a la abstención en mayor medida que a otras formaciones que se presentan como de centro izquierda. Sin entrar en valoraciones de candidatos, el reto de recuperar a esos votantes tradicionales exige a Mariano Rajoy acelerar los tiempos.
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