El desafío independentista
Los empresarios claman en el desierto catalán
Elisenda Paluzie, el rostro más integrista del separatismo –una formación académica de nivel no garantiza tener la cabeza bien amueblada– legitimó ayer la barbarie separatista que Cataluña padece con el oligofrénico argumento de que «hace visible el conflicto». Paluzie sirve al poder independentista en la Generalitat y Waterloo. Casi al mismo tiempo, los grandes empresarios, agrupados en el Instituto de la Empresa Familiar, expresaron en presencia del Rey su gran preocupación por la «muy peligrosa» imagen que Cataluña está proyectando al mundo. La inquietud está del todo justificada y es comprensible por más que los tentáculos económicos independentistas representados por el presidente de la Cámara de Barcelona lo relativicen y hablen de un impacto económico similar al de unos días de lluvia para el comercio. Canadell da el nivel de lo que se puede esperar de Torra. Los grandes empresarios saben de lo que hablan. En este caso no se ponen la venda antes que la herida, porque la incisión ya sangra, pero la realidad es que la Generalitat levanta barricadas, no las derriba. El panorama es oscuro y cualquier altavoz –incluido el Rey– es oportuno para hacerse oír. Pero, probablemente, necesitarán ir más allá.
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