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Letras líquidas

Europa busca su «kairós»

Hoy Alemania empieza a desentrañar su embrollo patrio y, a la espera de que Francia afiance su estabilidad, seguimos preguntándonos quién liderará Europa

Cuenta Angela Merkel en sus memorias («Libertad», de RBA) que durante un tiempo tuvo en su despacho una pequeña escultura envuelta en el típico plástico de burbujas. Había decidido mantenerla oculta hasta que dejara su cargo. Ese sería el momento oportuno para mostrarla, su «kairós». La misma deidad griega que representaba la figura y que para la mitología simbolizaba el tiempo, pero de un modo diferente al habitual y cotidiano, distinto a Cronos. Se trata, más bien, del instante preciso en el que algo importante sucede, por eso encarna al dios de la oportunidad. Y aquella diminuta talla tenía, como la propia excanciller explicaba, un profundo significado para ella, «en mi vida he pasado incontables horas reflexionando sobre el momento oportuno. En política eso es increíblemente importante, una debe atrapar el instante correcto, es lo que decide el éxito o el fracaso». Ni más ni menos.

Y, repasando su trayectoria, instantes decisivos no le faltaron. Resulta imposible separar el nombre de Merkel de la altura moral y política con la que afrontó la crisis de refugiados en 2015: la valentía y decisión que le llevó a asumir el peso de la encrucijada a la que se enfrentaba Europa. Se hizo responsable y aceptó un elevado coste por aquel «lo lograremos» que la persiguió el resto de su carrera. La Unión Europea, ya lo sabemos, se ha construido a golpe de crisis. Su historia está salpicada de coyunturas decisivas, trances que parecían insalvables y tal cúmulo de obstáculos que, pese a los muchos motivos de crítica que se le puedan achacar, convierten al proyecto en el oasis de desarrollo y civilización que es, por burocrático que resulte y pese a las muchas arremetidas de sus caballos de Troya. Las circunstancias adversas han sido muchas y muy variadas y, frente a ellas, una constante es el surgir de una voz que represente y aúne intereses. Como aquella de Merkel, o como antes fueron las de Schuman, Churchill y su empeño en los Estados Unidos de Europa o Simone Weil y su postulado feminista en el Parlamento Europeo.

No es necesario explicar lo enredado del ambiente geopolítico, incluidas esas referencias «trumpistas» a la Tercera Guerra Mundial: la actualidad se muestra sin intermediarios. El futuro se anticipa incierto para el Viejo Continente; sus aliados se distancian y la unidad de acción se ve amenazada por el ensimismamiento de cada país en sus asuntos. Hoy Alemania empieza a desentrañar su embrollo patrio y, a la espera de que Francia afiance su estabilidad, seguimos preguntándonos quién liderará Europa. Sea quien sea, por favor, que encuentre pronto su «kairós».