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Aunque moleste

Calores de agosto

Una guía para comunicadores recomienda usar siempre los datos más alarmantes

Están los mapas ardiendo en los telediarios, como si nunca hubiera hecho calor en España. Antes los atlas del tiempo eran normales. Ahora se pelean entre las cadenas por ver quién pone un rojo más incandescente. Las olas de calor se llamaban hace diez años verano. Y en verano siempre había olas de calor. Unos julios más y otros menos. Este pasado ha sido fresco, pese a lo cual entramos en agosto como si fuese a ser el último. Así nos pinta la historia Sánchez, mientras veranea gratis en La Mareta, el palacete que don Juan Carlos donó al Patrimonio del Estado, para uso exclusivo de nuestro timonel.

La verdad es que aquí hace calor, pero nada comparado con los 50 grados de Hermosillo y Mexicali. Se le acercan El Cairo, Teherán, Bangkok y Las Vegas, aunque en Phoenix tuve ocasión de comprobar un mes de junio lo que es el calor de verdad, con un sol que machaca desde las cinco de la madrugada. La temperatura más baja es de 41 grados, 30 por la noche. Claro, en La Rambla de Córdoba han llegado a 46,8. Pero calor en agosto ha hecho siempre en España. Pese a lo cual dice Von der Leyen que hay que prohibir el aire acondicionado que contamina, salvo a su familia, que por algo la señora tiene derecho a frío en verano y a calefacción en invierno, igual que a viajar en jet privado cuando quiere. Ella y Sánchez, con la bendición de Soros, han puesto en marcha el plan del bulo contra los comunicadores del culo, prochinos de TikTok, prorrusos de Telegram, la fachosfera de Vox, los gallegos de Feijóo, los malvados influencers obsesionados con el Epstein de las saunas bernardas, los que apuntan a Marruecos y Venezuela, y los que están empeñados en publicar la lista de viajeros en los vuelos secretos del Falcón presidencial. Una legión de controladores se va a encargar de ver quién miente y quién no, censurando a cuantos pongan en duda el armagedón climático, y clausurando a los medios que sostengan que hace dos décadas que ni Islandia ni Groenlandia muestran calentamiento alguno, sino un preocupante enfriamiento.

No sabemos qué planes tiene Óscar López y su enjambre humanoide para una revista como Nature, que acaba de publicar un artículo donde reconoce que las predicciones de los modelos climáticos no coinciden con lo que ocurre en diversas regiones del planeta. O para el Nobel de Física John Clauser, que ha dicho: «El calentamiento global es una fabricación total de periodistas sensacionalistas y políticos deshonestos».

Bueno, nuestro Pedro ha promovido una Guía para la Comunicación en Salud y Calor, que instruye a comunicadores, sanitarios y meteorólogos sobre cómo hablar del calor, recomendando siempre los datos más alarmantes y evitando imágenes positivas del verano. Claro, así nos explicamos lo de los mapas ardiendo en los telediarios, diciendo siempre que este verano va a ser peor que el anterior, y mucho peor aún que todos los anteriores juntos, Edad de piedra incluida. Menos mal que nos queda Meta para evadirnos de la solana. Inteligencia Artificial a tope para salvar al mundo del Apocalipsis que viene. La calentología en su esplendor. Y la borregada «orwelizada» pidiendo en Facebook castigos ejemplares al negacionismo conspirador. El mundo que nos merecemos.