Escrito en la pared

Euskadi: el círculo de la radicalidad

El PNV ya se ha echado al monte con el apartamiento de Urkullu y a través de su alianza con los catalanes de Junts

En el País Vasco la radicalidad política tiene premio. En una reciente investigación que pronto publicaremos, Thomas Baumert y yo hemos constatado por medio de un modelo estadístico que, cuando ETA desarrollaba su campaña terrorista, tenía lugar un efecto de retroalimentación entre los resultados de ésta y el apoyo político que obtenía la organización terrorista. Tanto más ETA mataba, tanto más crecía la adhesión a su causa independentista; y a su vez, este aumento en la aceptación de la lucha armada suponía un estímulo a la realización de nuevos atentados. Por eso, el final de ETA sólo podía ser el de su derrota policial, pues ese círculo de radicalidad sólo podía revertir cercenando la capacidad de la banda para emprender nuevas acciones.

ETA fue, en efecto, derrotada por la acción de las fuerzas policiales –con un exiguo aunque ruidoso apoyo de algunos elementos de la sociedad civil–, pero el círculo de la radicalidad quedó ahí latente en el segmento abertzale de la sociedad vasca. Esto lo comprendió muy bien Sortu, el partido emanado del MLNV –con la ayuda del PSOE, por cierto– que reconstruyó el ideario independentista e izquierdista de la organización terrorista recurriendo sólo a la violencia simbólica. Ahí están Otegi y EH Bildu recogiendo ahora sus frutos y colocándose en una posición aventajada para dar el salto al control del Gobierno Vasco. Su éxito en la explotación de la radicalidad ha enredado a las otras fuerzas políticas nacionalistas o de izquierda. El PNV ya se ha echado al monte con el apartamiento de Urkullu y, a través de su alianza con los catalanes de Junts, cree poder salvar su desastrada hegemonía ensanchando el círculo de radicalidad hacia la derecha independentista bajo el lema «Primero la patria, luego el partido». Ya veremos, porque en sus filas hay mucho conservadurismo y cunde el miedo a perderlo todo. El PSE, a su vez, instalado en el radicalismo sanchista, se adentra en el mismo terreno renunciando al «modelo agotado» de su alianza con el PNV, aunque sin prometer apoyo alguno al otro extremo nacionalista. Fuera de todo esto queda el PP, que tiene nuevos dirigentes, pero no aún nuevo discurso. Tal vez tenga suerte, pero habrá que verlo.