Los puntos sobre las íes
La extrema izquierda asalta la Federación de Fútbol
Me temo que la podemización ha llegado al balompié para quedarse
Pablo Iglesias es como El Cid: sigue ganando batallas después de muerto. El Cid piojoso, naturalmente. Tan cierto es que la carrera de este pájaro financiado por la narcodictadura venezolana degeneró en gatillazo –claramente, la política no es lo suyo– como que consiguió asentar una lamentable herencia cultural en nuestro imaginario. Una maligna obra que se resume en pocas pero falsarias ideas: ganar dinero fruto del esfuerzo constituye un crimen; defender la propiedad privada o las bajadas de impuestos, purito fascismo; y ser de derechas, un delito de lesa humanidad. Por no hablar del lastre que supone haber nacido hombre, ya que inevitablemente serás un maltratador. Tanto el autoproclamado «macho alfa» como su pareja, Irene Montero, se han arrogado el patrimonio del feminismo made in Spain pese a haber rebajado la pena de 1.205 violadores y pederastas y haber puesto en libertad a otros 121. Yolanda Díaz, el comunismo con rostro humano, ha tomado el relevo tras el suicidio en prime time de la sujeta más soberbia en 10.000 kilómetros a la redonda. A reina muerta, reina puesta. La vicepresidenta se ha autoerigido en defensora mayor del reino de los derechos de la mujer pese a haber protagonizado sobreactuaciones tan machistoides como ese vídeo electoral planchando.
Tanto Díaz como en muy menor medida la desacreditada Montero han aprovechado la ocasión que les regaló Torrente Rubiales con el beso en la boca a Jenni Hermoso, su tocada de entrepierna y esa surrealista escena en la que cargaba a una campeona del mundo cual fardo de patatas. Y se pusieron a mover los hilos de nuestras internacionales con la anuencia del sindicato de extrema izquierda Futpro, comandado por una leguleya barcelonesa llamada Amanda Gutiérrez a la que el ex presidente de la Federación agració con una subvención de 125.000 euros en 2022. A la hora de poner el cazo, Rubiales no le parecía tan malo-malísimo. Las razones que podían asistir a las jugadoras han quedado emborronadas estos días con el golpe de Estado que, al más puro estilo Tejero, están perpetrando con la cínica colaboración de un Gobierno que ha pasado de ir de tikitaka con el susodicho a estigmatizarlo olvidando que era íntimo de Sánchez y que desde que tiene 18 años vota PSOE.
Que los y las futbolistas profesionales son unos niñatos o niñatas caprichosos es palabra de Dios desde que los ingleses inventaron este deporte hace 160 años. Tanto como que la infalible receta para sofocar estas rebeliones pasa por no ceder al chantaje. Lo de amotinarse, practicar la autogestión o directamente exigir la cabeza del míster ya no cuela, básicamente porque los presidentes saben que si dicen amén, el siguiente guillotinamiento será el suyo. Lo que ni en la peor de nuestras tercermundistas pesadillas barruntamos es que las jugadoras acabarían fusilando al amanecer a todo el organigrama federativo. Nuestras robespierres se cargaron al míster que las condujo a la gloria, Jorge Vilda, han asesinado civilmente al secretario general, Andreu Camps, lo intentaron con el humillado Luis de la Fuente y ahora exigen la cabeza de todo quisqui. Desde el presidente, Pedro Rocha, hasta el director del Área de Integridad, pasando por el de marketing, el dircom y la jefa de prensa de la propia selección femenina, además de ¡¡¡la nueva selecciohadora!!! Resulta patético y no menos preocupante que Moncloa acepte esta sucesión de chantajes en un caciquil ejercicio de injerencia en casa ajena. Me temo que la podemización ha llegado al balompié para quedarse. ¡Qué tiempos en los que al presidente y su equipo los elegían el millón de federados! Delenda est democracia. Al menos, en el fútbol.
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