Editorial
Un frente encapuchado contra la democracia
Estamos en esa viralización de la ignominia de un partido que se degradó sin solución hasta el punto de tildar al brazo político de los asesinos de sus compañeros y tantos otros como progresista y democrático
El Gobierno y el PSOE se afanan en blanquear el nuevo pacto de la vergüenza que ha entregado a los proetarras el Ayuntamiento de Pamplona a cambio de los votos para la investidura de Pedro Sánchez. Es obvio que todo estaba atado y bien atado desde que Arnaldo Otegi se apresuró a comprometer sus escaños a otra legislatura del presidente. Nunca fue un gesto gratuito, sino un contrato con cláusulas secretas. Los documentos que se han conocido en estas horas al respecto prueban que el presunto espaldarazo a UPN en la capital navarra no era una apuesta constitucionalista por la concordia, sino un teatro y una burla. Los escorzos, contorsiones y requiebros retóricos de ministros y dirigentes socialistas para justificar el mercadeo de poder en Navarra resultan tan grotescos como baldíos, incluidas las espantadas y la resistencia a la fiscalización de los medios, que denota coraje y vergüenza bajo mínimos. Se ha echado mano de un argumentario pobre que representa también el escaso respeto de la izquierda por la inteligencia de los ciudadanos. Se ha alegado que el consistorio en manos de UPN estaba bloqueado, que el batasuno Asirón es un referente por su condena de ETA, que «no hay que sacar de proporción» el conchabeo pamplonés y que, además, existe conformidad con el interés de la gente. Por supuesto, no hay una verdad en este repertorio bufo. Mientras los socialistas vascos se ponen de perfil como si no fuera con ellos, y proclaman que nunca pactarán con los de Otegi, Yolanda Díaz, mano derecha de facto de Pedro Sánchez, afirma que el futuro del País Vasco «pide cambios» y gobiernos progresistas. El PNV ya sabe a qué atenerse. La opción de que esta alianza se circunscriba al gobierno local de Pamplona está fuera de la realidad condicionada por la propia naturaleza del sanchismo y, sobre todo, por la dependencia de su futuro a los intereses de Bildu. Publicamos hoy que la alianza Sánchez-Otegi puede extenderse a cuatro municipios más y medio millón de habitantes. Estamos en esa viralización de la ignominia de un partido que se degradó sin solución hasta el punto de tildar al brazo político de los asesinos de sus compañeros y tantos otros como progresista y democrático. Insistimos en que no cabe mayor corrupción moral. España, ahora en Navarra, atraviesa un estado de excepción, de involución, en el que cada día es peor que el anterior en manos del autoritarismo democrático. Los socialistas han sustituido las manos blancas por los gobiernos encapuchados. El porvenir nada bueno sugiere en esta espiral tóxica de deslegitimación y persecución contra la oposición, los jueces, los medios y todo aquel no se declare afecto, sin el pueblo y contra el pueblo, al que nada se ha consultado y se le ha engañado en un fraude democrático sin parangón en Europa. Y, sin embargo, no hay tierra firme que sostenga indefinidamente al culpable de todo ello.
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