Aunque moleste

Incompetencia y sequía

El independentismo está obligado a explicar qué ha hecho para evitar las restricciones de agua en Barcelona

En España la sequía no es una anomalía, por mucho que la señora Ribera quiera presentarla como consecuencia del cambio climático. Los romanos construían acueductos porque había sequía, y los árabes implantaron redes de acequias, albercas y aljibes. Con Primo de Rivera se extendieron los canales y Franco inundó España de pantanos. Nada de esto se hizo porque sí, sino por el hecho de que en nuestro país las sequías son cíclicas. En el Mediterráneo, el año 2021 fue hídricamente de mínimos. Se evitaron las restricciones de milagro. Y 2022 siguió la misma tónica. Ya al comienzo de este nuevo ciclo de escasez se supone que las administraciones deberían haber tomado medidas. La realidad es que no se ha hecho. Ni embalses ni trasvases ni desaladoras. Los embalses no están bien vistos porque eran cosa de Franco. Los trasvases los considera Sánchez de derechas. Como las desaladoras usan gas y generan salmuera, tampoco es bueno construirlas, según la izquierda. Durante todo el tiempo que estuvo al frente del Ayuntamiento de Barcelona, a Ada Colau apenas se le ocurrió decir que para combatir la sequía era imprescindible acabar con los cruceros. Podía haberse implicado más con la Generalitat para dotar a la capital de más desaladoras, pero no. Es impresentable que haya restricciones en Barcelona, y que tengan que abastecerse con barcos transportando agua desalada de Valencia. Si en lugar de dedicarse a la matraca independentista, hubieran puesto en marcha las obras necesarias, ni la ciudad condal ni Cataluña tendrían problema, o al menos de la manera severa como se está empezando a vivir. Pero eso significaría que el señor Aragonés, como antes Torra, Puigdemont o Artur Mas, se habrían dedicado a gestionar, cosa que es imposible, porque ellos sólo están en política para la independencia. Cataluña tiene en estos momentos dos desalinizadoras, que garantizan cuatro meses de agua a Barcelona. Perfectamente podría contar con diez o más. La provincia de Las Palmas disfruta de 281 plantas de este tipo. Y Tenerife de 46. En el conjunto de Canarias son 765. Si no fuera por eso, el archipiélago no tendría agua para vivir. En islas como Fuerteventura no llueve casi nunca, pero se las apañan con el agua desalada. Claro que hacer lo que hacen los canarios hubiera implicado que los políticos independentistas se pusieran a trabajar en algo que beneficia a la gente. Pero no lo han hecho, y ahora deberían explicar la razón de por qué no han evitado las restricciones a 5 millones de personas.

Traer el agua en barco es tercermundista, por mucho que sea de elogiar la actitud de solidaridad y colaboración de Valencia. Sería más fácil trasvasar agua del Ebro, pero a la vicepresidenta Ribera lo que le gusta es que el agua del Ebro se vierta al mar, para salvaguardar el «cauce ecológico» del río. El «cauce ecológico» es el nuevo mantra de la factoría ecolojeta de Ribera y cía. No por otra razón han sido destruidas en España, en los últimos años, 108 barreras fluviales (presas, azudes o rampas). Como les da vergüenza reconocerlo, tildan de conspiranoicos a cuantos denuncian esta política suicida. Pero hay tres embalses importantes (Los Toranes, Peñascales y Valdecaballeros) que se han salvado de la destrucción porque sus autoridades autonómicas se han negado. Pese al interés de Ribera por eliminarlos.