Tribuna

Lecturas múltiples

Ni el PP ni Vox pondrán sus diputados a disposición de Illa, ni este los aceptaría. Y un tripartito catalán no funcionará

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Todo proceso electoral y, sobre todo, el resultado, es susceptible de múltiples lecturas. Lo que no impide que cada cual, arrime a su orilla, ascuas propias y endilgue algunas ajenas. No siempre todos ganan. A veces también se apartan, son apartados o dimiten o dejan la línea pública y política. Indudablemente, la lectura más clara, pero no finalista, es el batacazo de Ezquerra y más de su presidente Aragonés que se equivocó absolutamente adelantando las elecciones y también con el motivo, recte, excusa. Algunos se adelantan diciendo adiós al procès. Solemos enterrar muy bien, pero a veces nos equivocamos estrepitosamente a la hora de extraer conclusiones y consecuencias. Veremos si no es precipitado hacerlo o no. Pero es innegable que todo aquel dislate ha pasado factura. No la totalidad pero sí desinflado ilusiones, adhesiones, cabreos y sueños utópicos. La realidad se llama gestión, desempleo, pensiones, bienestar, agua, educación, empresas, crecimiento, brecha, longevidad, asistencia y muchas otras cosas más allá de Parnasos y Posidonias imaginarias. La renuncia incluso de Aragonés a su acta de diputado evidencia el trago amargo y durísimo y la virulencia del resultado para la formación republicana. Hagan lo que hagan, y veremos quién dobla el pulso a quién en la formación y el poder efectivo que tenga o no Junqueras, la situación no es buena. Si apoyan al PSC del victorioso Illa, tendrán un coste, y si apoyan a Junts, también. Como el quedarse al margen de ambos. Inician una durísima travesía en el desierto en la que hasta el propio Junqueras puede quedar muy cuestionado. Cuál sea el menos gravoso para ellos y destierre un riesgo de ruptura o escisión será capital en las próximas semanas. Han gobernado, pero los catalanes han quedado desencantados de su gestión.

Para Puigdemont el juego entra en otro nivel, como también el de su chantaje y osadía, en un dejà vu donde todo o nada es el anatema. Y Pedro Sánchez sabe que la mayoría para aprobar una ley, sube muchos escalones en ese laberinto geométrico que ha creado y del que no dispone y menos controla. La opción sacrificar a Illa, un impensable. Y remontarse al escenario de inicios de los ochenta con los 43 de Pujol, 33 de Reventòs y los 14 de la Ezquerra de Heribert Barrera, más lo que recogía la UCD y los comunistas, un imposible a falta de diálogo entre los no nacionalistas.

El PSC ha subido y mucho en el tablero catalán que ha premiado las políticas hacia Cataluña, las cosas como son. E Illa es o era un buen candidato. Primera fuerza política tanto en votos como en escaños no lo habían logrado nunca los socialistas a pesar de haber gobernado con dos presidentes. Gana Illa, gobernar o no es otra cuestión. Y de momento, con el resultado, parece que gana Sánchez. Si bien la gobernabilidad de España todavía se ha puesto más cuesta arriba.

Puigdemont va a la desesperada. Y pone precio en un absoluto desprecio al resultado. Sopesará el paripé de venir a España y ser o no detenido. Aquello recuerda a aquél Carrillo en la incipiente transición. Puestos a echar pulsos, hay demasiados aprendices de brujo, pero ¿ha pasado el tiempo político de Puigdemont? Lo que haya dicho o dejado de decir en la campaña respecto a su situación personal si no ganaba o era president, puede ser papel mojado, mas también un adiós.

Eufóricos están los populares pese a un candidato del que dudaron. Y quiebros durante la campaña y mensajes duros más propios de Vox. Buen resultado, pero insignificante en el escenario catalán no así al extrapolar hacia Madrid y en la creencia de una piedra más hacia Moncloa de su presidente. Subestimar a Sánchez tiene costes, los ha tenido en el pasado inmediato. Y no dar ideas o propuestas de políticas públicas, también pese al cansancio del que gobierna. Allá cada cuál. Pero el sorpasso a Vox no fue tanto. Este ha resistido. Preparémonos para una nueva cita en Cataluña. Ni el PP ni Vox pondrán sus diputados a disposición de Illa, ni este los aceptaría. Y un tripartito catalán no funcionará. Puigdemont tampoco cogobernaría con los socialistas, así que frustrada una artificial entente soberanista, todo está en el aire.

Evitemos emplear un término pernicioso, «encaje». Malo cuando los políticos recurren una y otra vez a encaje catalán, pues ¿qué y quién desencajó y por qué? ¿en base a qué? ¿a rechazar la paridad y auspiciar un privilegio para unos y rechazarlo a los demás? Ya no es tiempo de café para todos, sino de gobernar y gestionar para los ciudadanos sobre una base común. Mas antes, y hasta que no sucedan en menos de un mes las europeas, nada se moverá. O nada trascenderá. Y en estas no se vota en clave de UE sino solamente española y suele ser siempre de castigo.

Abel Veiga Copoes Decano de Derecho de ICADE.