Los puntos sobre las íes

La obligada refundación del PSOE

O purgan a la cúpula del partido, empezando por el secretario general, o la historia purgará al partido

Crecí en ese bipartidismo que ha regalado a España los mejores momentos de su historia: durante la Restauración y tras esa Transición que nos trajo al fin una democracia como Dios manda. Para mí lo normal es la alternancia a cara de perro, sin compadreos ni tutelas ni tu tías, entre un partido socialdemócrata y otro liberal. Es decir, entre el centroizquierda y el centroderecha. Lo que resulta moneda de uso corriente en los países más avanzados del planeta: EEUU, Alemania, Reino Unido y Japón. Quien mejor supo entender esta dialéctica fue Felipe González tras hacerse con las riendas de un PSOE que había perdido pujanza ante un PCE mucho más activo en la lucha contra la dictadura. El abogado laboralista sevillano forzó la máquina en el XXVIII Congreso de la formación en 1979 con un órdago que inicialmente concluyó en gatillazo: la renuncia al marxismo como ideología oficial del partido. A la segunda fue la vencida, Congreso Extraordinario mediante. La organización fundada por Pablo Iglesias emprendió aquel día el gran salto adelante hacia el poder abjurando de un comunismo que había degenerado en las peores tiranías. Moderó el lenguaje, se aproximó al centro y se hizo votable hasta para gente proveniente de la derecha. No daba miedo. Consecuencia: el 28 de octubre de 1982 se anotó el mejor resultado que ningún partido haya obtenido jamás: 202 escaños. Fue irse González y entrar la formación socialdemócrata en barrena: a Borrell lo echó la mafia de Prisa, Almunia constituyó una anécdota, Zapatero acabó como acabó tras dinamitar la economía y el Pacto del 78 y en 2018 irrumpió en escena con malas artes Pedro Sánchez, un psicopático aprendiz del presidente de la ceja. El maniaco del Falcon se ha cargado miserablemente el poco prestigio que le quedaba al partido de la calle Ferraz colando a ETA y a los golpistas catalanes en la gobernación del Estado y sentando en el Consejo de Ministros a los quintacolumnistas del narcodictador Maduro. Con todo, su pecado original, el que lo matará civil e históricamente, es su alianza con quienes asesinaron a 12 correligionarios suyos. Mayor miseria moral no cabe. Y como en cualquier organización piramidal, los socialistas patrios no son la excepción, la carcoma accede por el vértice superior. Pasa en la familia, en el Ejército, en la Iglesia, en los equipos de fútbol, en las estructuras políticas y, consecuentemente, en los gobiernos. Si el de arribita del todo se corrompe, económica y/o moralmente, lo normal es que los de abajo piensen que todo el monte es orégano y hagan lo propio. Elemental mímesis. Es lo que está sucediendo en el PSOE. El todo vale ha calado de tal manera, con el pacto con la banda terrorista como macabro epítome, que el fin de mantener el poder justifica cualquier medio. La banda, que no partido, que diría Albert Rivera, está incurriendo en todos los delitos del Código Penal: desde el robo de elecciones hasta el secuestro de una compañera incómoda financiado con fondos orgánicos, pasando por la inclusión en listas electorales de rompepiernas, latin kings y enfermos de las mordidas –Tito Berni no es el único–, por no hablar de la compra de votos de toxicómanos a cambio de droga, de la adquisición de cocaína como si no hubiera un mañana y de la enfermiza contratación de prostitutas por parte de teóricos feministas. ¡Hay que ver cómo les gustan a estos tíos la farlopa y las putas! Urge, pues, la refundación del PSOE. O purgan a la cúpula del partido, empezando por el secretario general, o la historia purgará al partido. Este PSOE da miedo.