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Perdición

Es sabido que PNV y Junts son de derechas (muy). Deberían ser más propensos a unirse al PP que al PSOE. Pero eso no ocurre jamás porque los intereses de unos y otros están por encima de su afinidad ideológica

Problemas endémicos: la izquierda, en sus diferentes grupúsculos, es capaz de unirse para formar frentes comunes políticos. Mientras, la derecha demuestra ser inepta para juntarse incluso en aras de conquistar el poder. Es sabido que PNV y Junts son de derechas (muy). Deberían ser más propensos a unirse al PP que al PSOE. Pero eso no ocurre jamás porque los intereses de unos y otros están por encima de su afinidad ideológica. Y porque las derechas nacionalistas vascas y catalanas llevan desde la Transición proyectando la idea fake de que son ‘progresistas’ para evitar que se las asocie con la derecha españolista franquista, a la que dicen ser opuestas pese a que, durante el franquismo, se vieron ampliamente beneficiadas. Las distintas derechas del territorio español chocan porque disputan el mismo terreno de intereses.

La izquierda sí sabe unirse, no tiene problemas, luce encantada de darse la mano: Podemos con Bildu, Sánchez con Sumar, etc. Siempre admiten con aplausos a sus extremos. Aunque, a la postre, acaben a navajazos entre ellos, a pioletazos, y generen dentro de sus formaciones odios y enfrentamientos que, en el mejor de los casos, pueden hacer explotar una formación que se unió con un poco de saliva infantil para concurrir a las urnas dando imagen de unidad y dejándola después asolada. No importa: al poco, ellos volverán a reagruparse, cambiarán de nombre, depurarán cargos, mandarán a su casa a quien moleste, les pagarán el taxi a la cárcel, o les darán una subvención para comprar 3 en 1 para la silla de ruedas; se reestructurarán…

Entretanto, la derecha no cambiará de nombre ni a punta de resultado electoral. El nombre para ellos es el trademark, piensan que con lo que ha costado no vale la pena el gasto de renovarlo. ¡Tener que contratar a un diseñador para buscar un nuevo pájaro como logotipo, que tenga una imagen bonita y no sea carroñero…! ¡Uf, qué lío! Y luego están el cerrilismo y el cojonudismo españoles, que también son ingredientes básicos de la ensalada parlamentaria nacional… Total, así vamos. Camino de Perdición.