Al portador
Puigdemont gana, Junqueras empata, lo idiota y lo ridículo
Ahora es Sánchez el que necesita a Puigdemont para los Presupuestos y otros asuntos y no tiene ninguna garantía
Josep Tarradellas (1899-1988), el primer presidente de la Generalitat de la democracia, que por cierto no se llevaba muy allá con Jordi Pujol, su sucesor, solía decir que «en política se puede hacer todo, menos el ridículo». Mariano Rajoy, defenestrado por Pedro Sánchez en su día, siempre con su retranca galaica a cuestas, comentaba que «lo peor en la vida no es hacer el idiota, sino no darte cuenta de que estás haciendo el idiota». La corrupción que invocó el ahora inquilino de la Moncloa para moverle la silla a su predecesor le ha estallado de pleno por las andanzas del aizcolari Koldo y sus peligrosas relaciones, que incluyen a Ábalos, Armengol y quién sabe. La euforia del Gobierno y de los «indepes», unos más que otros, con la amnistía, oculta casi todo lo demás, con episodios entre lo ridículo y lo idiota. El Koldogate, sin embargo, volverá enseguida, porque ha llegado para quedarse y, una vez judicializado, el asunto puede eternizarse. Sánchez cree tener despejado el resto de la legislatura, y es posible, pero Koldo y sus amigos –colaboradores necesarios incluidos– y sus andanzas también le acompañarán. Es inevitable.
Puigdemont, por el precio de siete votos –no hay otra razón–, ha ganado por goleada. La euforia del ministro Bolaños, que habla de la amnistía como «referente mundial» mientras se autofelicita del éxito, es quizá el mejor ejemplo del ridículo político del que hablaba Tarradellas. Oriol Junqueras, el gran rival de Puigdemont, apenas empata. Pasó por la cárcel y fue condenado mientras el prófugo de Waterloo vivía tranquilo en Bélgica, obtenía un escaño de europarlamentario y ahora prepara su vuelta triunfal, después de concurrir a las elecciones europeas y es probable que ser elegido otra vez. La amnistía que impulsa Sánchez, para seguir en la Moncloa, es insólita y extravagante en una democracia, aunque en este caso, según juristas independientes, está bien hilada en términos técnicos. Habrá recurso o cuestión prejudicial, lo más probable ante la Justicia europea, porque el Tribunal Constitucional ya no ofrece confianza. Supondrá la suspensión temporal de su entrada en vigor. Significa que Junqueras seguirá condenado e inhabilitado, pero no Puigdemont, porque no ha sido juzgado y el día que vuelva a España nadie imagina que un juez lo envíe a prisión preventiva con una amnistía pendiente. Ahora es Sánchez el que necesita a Puigdemont para los Presupuestos y otros asuntos y no tiene ninguna garantía. Todo por el poder, pero el papelón es no saber que se hace el idiota o hacer el ridículo en política, como decía Tarradellas.
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