Editorial
Sánchez busca una estabilidad imposible
Con todo, lo más desfavorable para que Moncloa recupere el resuello será el día a día de los españoles y su realidad crítica
La coalición de gobierno se encuentra en un instante tan complicado que las especulaciones sobre su desenlace final se han disparado en los últimos días con la misma intensidad que los enfrentamientos públicos especialmente crudos en el caso de la ley del solo sí es sí, cargada de simbolismo para Unidas Podemos y las ministras Irene Montero e Ione Belarra y que los socialistas pretenden parchear con urgencia en el Congreso. Se trata de una intervención paliativa para frenar un escándalo que no cesa mientras las elecciones autonómicas y municipales se aproximan a toda velocidad. El plan de Moncloa no pasaba por extenuar al Gobierno en tapar tantas vías de agua en el casco de una nave cuyas cuadernas crujen por desgaste de materiales. Sánchez había dispuesto que el año de la cita con las urnas sería el de las regalías con cargo a las arcas rebosantes gracias al expolio fiscal de los españoles, la inflación y los fondos europeos. Pero si en lugar de enfocar el epílogo de la legislatura con una política ofensiva de gasto público, el Ejecutivo se parapeta a una defensiva continuada un día sí y el otro también, el porvenir se complica todavía más de lo que ya estaba por años de una gestión sin éxitos ni relativos ni absolutos. Pedro Sánchez necesita estabilidad institucional, parlamentaria y, sobre todo, política, y que la oposición se quede extramuros de Moncloa y no sentada en la mesa del consejo de ministros. Ese propósito quedó de nuevo meridianamente claro en su defensa de la coalición con Unidas Podemos y en la reivindicación del trabajo de todo el gabinete, incluida Irene Montero, más allá de ese eufemismo esgrimido por la izquierda de efectos indeseables de la ley del solo sí es sí. El acuerdo entre socialistas y comunistas no corre peligro porque su vigencia rinde aún más beneficios que daños principalmente al presidente del Gobierno y a los dirigentes morados, que no al país. En este punto, la bronca y el desencuentro entre los socios nos abocan a una suerte de desierto legislativo para este año, con al menos 56 proyectos menos que el anterior. Se cuenta con que la hostilidad irá a más en la contienda electoral. Trasciende además la pulsión política que ha marcado la legislatura como es el sometimiento del interés general al personal de Pedro Sánchez. A ese marco corresponde que su presidencia europea en el semestre español sea una meta que nada pueda perturbar, incomodar u oscurecer. Puede que Sánchez entienda que de capitalizar ese escaparate comunitario dependa elevar sus probabilidades de voltear un estado de opinión decepcionado y crítico con su gobierno, sus políticas y sus alianzas. Esa calma que ansía es poco probable porque el deterioro de la realidad nacional es agudo y va a más, con demasiados factores imprevisibles, especialmente, sus socios. Con todo, lo más desfavorable para que Moncloa recupere el resuello será el día a día de los españoles y su realidad crítica.
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