
Al portador
Sánchez y Pumpido socorrerán a su Fiscal
«Bastantes de los que defienden la actuación de Álvaro García Ortiz creen que debe dimitir por el bien de la Institución»
Marco Tulio Cicerón (106-43AC), que además de escritor y orador, fue sobre todo un político, dejó escrito que «el objeto de la justicia es dar a cada uno lo que le es debido». Pedro Sánchez, tras esbozar el panorama de una España idílica, despidió el curso político el lunes pasado con un «¡Espero que la actualidad nos deje descansar!» No estuvo muy fino. Apenas un par de días después, el Tribunal Supremo, no sin la polémica esperada, despejaba el camino hacia el banquillo del Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz. Insólito y acaso sin precedentes en una democracia. El presidente del Gobierno enseguida volvió a cerrar filas con el procesado que, por supuesto, descarta dimitir. El que el Estatuto del Ministerio Fiscal disponga que un fiscal encausado quede en suspensión automática de sus funciones no le afecta y no se da por aludido. Es cierto que el Estatuto no habla del Fiscal General, pero sin duda porque el legislador nunca imaginó que alguien en ese puesto estuviera en la situación de García Ortiz. Incluso bastantes de los que defienden su actuación y creen que no hay motivos para su procesamiento piensan que, por el bien y el decoro de la Institución, debería dimitir.
El Fiscal General será juzgado antes de que finalice el año. Señalado por revelación de secretos, su punto más débil es que, con sus acciones –presuntas filtraciones– pudo comprometer el derecho de defensa de un ciudadano, de Alberto González Amador que, por otra parte, nunca se hubiera visto en esta situación si no fuera el novio de Isabel Díaz Ayuso. Cazado por la Agencia Tributaria, admitió –como tantos contribuyentes– su culpa y pagó lo debido y la multa. Ahí hubiera acabado todo si fuera un ciudadano anónimo. Su elusión fiscal y su proceso, sin embargo, eran munición política para Sánchez y es ahí donde García Ortiz pudo cometer un error. Es posible que no hiciera nada que no hubieran hecho sus predecesores, pero su problema es que habría sido cazado «in fraganti». Esa es la diferencia. Habrá juicio y si hay condena, que es probable, siempre podrá recurrir a Conde Pumpido en el Constitucional o esperar un indulto de Sánchez, sin que por eso el objeto de la justicia deje de ser «darle a cada uno lo que le es debido», según Cicerón.
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