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El buen salvaje

Una tal Bergerot

Ver a un Premio Nobel y otras tantas distinciones en los toros o en una manifestación contra la independencia de Cataluña no le debió gustar a la desconocida Bergerot, que debe ser más de huerto urbano

Hay personas que pasarán a la diminuta historia de la hemeroteca de un día por parecer tontas o decir una frase impertinente. Nadie se acordará de ellas. Se subrayan a sí mismas con la imbecilidad de una idea. Ayuso otorgó la Medalla Internacional de las Artes a título póstumo a Vargas Llosa. Manuela Bergerot, portavoz de Más Madrid, muy conocida por la familia y en su círculo de amigos, dijo que la presidenta solo reconoce a «señores» de ideología conservadora y no a mujeres, Marisa Paredes, por ejemplo. Como acaba el soneto de Cervantes: «Miró al soslayo, fuese, y no hubo nada». Se han escrito muchos folios sobre el escritor fallecido. Esta ha sido la aportación de Más Madrid. No han sido pocos los referentes políticos de la izquierda que sí han mostrado su respeto ante el gigante, entre ellos Rita Maestre, de la misma cuerda que Bergerot con más lecturas, pero queda en el fondo ese poso de sudor ácido que gastan los extremos políticos cuando han de distinguir a un intelectual a regañadientes porque no casa con su idea del mundo ni con el excedente de sus axilas.

La guerra cultural, la guerra de los mundos, empieza en estúpidas batallitas dialécticas y acaba en los aranceles de Trump, pero con escritores, poniendo precio según sean de derechas o de izquierdas, fundamentalmente de los primeros porque ya se sabe que los que se acercan más a la progresía lo expresan con agrado y viveza, al contrario que los artistas conservadores que, en su mayoría, esconden la cabeza cuando toca hablar de política. No era el caso de Vargas Llosa. El hombre que empezó siguiendo a Castro y que intentó que un país iberoamericano se convirtiera en algo parecido a una democracia liberal a la europea. Ver a un Premio Nobel y otras tantas distinciones en los toros o en una manifestación contra la independencia de Cataluña no le debió gustar a la desconocida Bergerot, que debe ser más de huerto urbano. Le haría bien más que hablar, leer. Sobre todo a Vargas Llosa, un facha como una catedral.