El desafío independentista
«Aló presidente», a la catalana
En Cataluña se vive una situación curiosa: la televisión de la Generalitat lleva años dando lecciones de periodismo al resto de cadenas autonómicas. Ha dedicado reportajes, entrevistas, comentarios de tertulianos y noticias a la presunta manipulación informativa en Canal 9, Canal Sur o Telemadrid. Los profesionales que trabajan o colaboran en el entorno de TV3 se han arrogado el papel de policía moral de la deontología comunicativa, y sus propagandistas más audaces han llegado a compararla con la BBC. Tanto se creen esta burda mentira que el Gobierno catalán no para de lanzar globos sonda sobre la conveniencia de instaurar en Cataluña el canon con el que se financia la televisión pública británica, un impuesto por poseer aparatos de televisión. Como no saben de dónde sacar dinero para mantener su aparato de propaganda se plantean copiar este modelo. De momento no se han atrevido, pero es cuestión de tiempo que lo sitúen dentro de la agenda política.
El problema es que TV3 no es la BBC. De hecho está más cerca del «Aló presidente» venezolano que del modelo ejemplar de la televisión británica. En los informativos de esta cadena autonómica se ha mentido sin rubor alguno, como en el caso de la detención de la alcaldesa de Berga por un delito de desobediencia, que se vendió como un proceso a la libertad de expresión. En los debates que llenan su programación se ha permitido el insulto a los no secesionistas, tanto por parte de los televidentes como de los tertulianos, mientras los presentadores se ponían de perfil. En sus reportajes se vende propaganda separatista, y toda la programación se moldea en función de las necesidades del Gobierno catalán de modular mensajes para mantener alta la moral de las huestes independentistas. Sea con el enésimo «acontecimiento histórico» organizado por los secesionistas cada dos semanas, y que implica conexiones en directo y poner la parrilla de la cadena al servicio de las consignas de turno. Todo vale para vender que el suflé no ha bajado, cuando el proceso que según ellos iba a llevar a la independencia de Cataluña en un par de años se ha convertido en humo. Ya no se lo creen ni ellos.
Hace tiempo que TV3 dejó de ser un servicio público. Muchos catalanes estamos sosteniendo económicamente con nuestros impuestos un medio de comunicación que nos ataca, nos ofende y busca destruir lo que la mayoría de ciudadanos de esta comunidad autónoma deseamos: una buena convivencia con el resto de compatriotas españoles. Esta cadena no se dedica a informar o entretener, solo quiere adoctrinar. Cualquier observador imparcial que hubiera visto la retransmisión de la televisión de la Generalitat de la concentración de 16.000 catalanes alrededor del Palacio de Justicia en el que declaraban Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau se habría quedado asombrado. Primero por el despliegue de medios, luego por la voluntad de mostrar los planos que más favorecían a los convocantes. TV3 parecía la televisión oficial de los organizadores, no un medio de comunicación imparcial. A sus presentadores solo les faltó llevar camisetas con la leyenda: «TV3, con Artur Mas, héroe del pueblo catalán».
El estilo «Aló, presidente» se ha impuesto en esta cadena de una manera tan clara que, cuando se produce un hecho normal, se convierte en asombroso. Hace unas semanas se emitió en TV3 una entrevista a Carles Puigdemont en un formato similar al de «Tengo una pregunta para usted», en el que diversos ciudadanos le trasladaron en directo sus preocupaciones. Bastó con que pasara lo lógico, que es que algunos de los presentes no fueran nacionalistas y pincharan un poco al presidente de la Generalitat para que se convirtiera en un escándalo entre las huestes separatistas, con quejas por parte del entorno del partido político de Puigdemont sobre una presunta utilización política del programa para desgastar su figura. Los propagandistas de la secesión están tan acostumbrados a la unanimidad y al aplauso en la que consideran «su» televisión que lo que en otras regiones civilizadas del mundo se consideraría deseable, un ejercicio de pluralidad, lo ven como un ataque a Cataluña. Y es que a los secesionistas les gusta la homogeneidad, no la diferencia. De ahí que sean tan aficionados cada 11 de septiembre a desfilar por centenares de miles llevando las mismas camisetas. Así se cuentan y ven quienes son de los suyos y a quien deben señalar al no haber acudido a la manifestación patriótica. Todo ello, por supuesto, retransmitido en directo por TV3.
Los catalanes que estamos por la convivencia nos hemos organizado. Recogiendo el testigo de las entidades históricas que denuncian desde hace décadas los abusos nacionalistas, como Tolerancia o Convivencia Cívica, han nacido colectivos que defienden el respeto a la Ley y mantener los lazos con el resto de españoles: Concordia Cívica, Societat Civil Catalana, Empresaris de Catalunya, CLAC, el Grupo de Periodistas Pi i Margall y muchas otras que están en formación. Dado que los medios de comunicación de la Generalitat ignoran la voluntad de la mayoría de los catalanes es imprescindible dotar al circuito catalán de TVE de los recursos necesarios para que pueda competir en igualdad de condiciones, ampliando las desconexiones y la red de corresponsales por las cuatro provincias de la comunidad. Se han de desmontar las mentiras de TV3 con una programación potente de TVE, que sea plural, veraz y al servicio de la Ley. En Cataluña se juega el futuro de España. Por ello es imprescindible que el «Aló presidente» de la Generalitat tenga una alternativa basada en la verdad y en la voluntad de ser un servicio público.
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