Literatura
El canon literario de Harold Bloom
Esta investigación del canon literario llevada a cabo en la universidad de Yale ha originado una verdadera revolución del pensamiento literario. Lógicamente adaptarlo a una conciencia estética y psicológica a las mentalidades españolas exige una aplicación de supuestos intelectuales muy fuertemente imaginativos que no se adaptan al modo de pensar y de actuar en España
La Universidad de Yale ha llevado a cabo una obra excelente de literatura que es necesario revelar, explicando que el «canon» literario subsiste todavía en la tradición occidental, en la lectura. Sin embargo, los bíblicos sesenta años no son suficientes mas que para leer una selección de los grandes escritores donde está enterrada la tradición occidental. El verso de Stephane Mallarmé –«la carne es triste, ay, y ya he leído todos los libros»– se ha convertido en hipérbole, dice Bloom. Todas las universidades tendrán su departamento de estudios críticos; de estudios culturales. Leer los mejores escritores. La crítica literaria, seguir las líneas teóricas de la literatura un arte antiguo, quizá arranca de Aristófanes.
El canon, afirma Bloom, debe considerarse en cuanto relación de un lector individual con todo lo que se ha escrito aquí será un arte de la memoria sin nada que ver con un sentido religioso del canon, pero advierte Bloom que siempre ha sido peligroso institucionalizar la esperanza y ya no se permite institucionalizar la memoria. Se ha desertado de la Estética, con la represión del olvido, mientras se reduce la estética a ideología; tampoco puede leerse un poema porque es un documento ante todo.
El eminente crítico del espíritu y, sobre todo, de la mentalidad de Petrarca, Shakespeare en sus sonetos, Ernest Robert Curtius, siempre alerta a las metáforas, tiene un excurso titulado «La poesía como perpetuación» que monta el origen de la eternidad, fama de La Ilíada. Burckhardt afirma que la Musa es la que permite que el héroe nunca muera. La frase define la ansiedad como inquietud por el porvenir o angustia por el futuro. Los poemas, novelas, dramas teatrales se contagian de todo los trastornos de la humanidad, incluso el miedo a la muerte. Una brillante teoría la expone Alastair Fowler en «Tipos de literatura» (1982). Señala que, al atribuir los cambios literarios, pueden asignarse a una revolución de los géneros, pues en cada época hay géneros considerados más canónicos que otros. De esta manera fueron considerados como especie preferente.
Fowler llega más allá al exponer la cuestión según la cual el por qué en cada instante no todos los géneros gozan de la misma popularidad, incluso algunos quedan en el olvido. Cada época elimina nombres del repertorio; las defensas del «canon» son perniciosas en relación con los valores estéticos como las críticas de quienes pretenden destruir el canon atacándolo. Los que atacan el canon insisten siempre en que en su formación hay una ideología, incluso sobrepasan este límite y afirman que en la formación del canon hay siempre una ideología; sugieren incluso que el canon es un acto ideológico en sí mismo.
El héroe de los anticanonizadores es Antonio Gramsci en sus «Cuadernos de la cárcel», donde niega que cualquier intelectual pueda quedar libre del grupo social dominante, si depende exclusivamente de una cualificación espacial en un grupo donde proponiéndose como independientes se consideren pensamiento. Este comentario Gramsci no lo considera pertinente, mientras Bloom, que defiende con fuerza su línea de cánones como acceso a la entraña de la valoración literaria, reivindica como propia y no se muestra propicio a rebajar.
Toda poderosa originalidad literaria se convierte en canon. Cuenta Bloom una experiencia, cuando en una noche lluviosa se puso a leer el «Paraíso perdido» de Milton. Tenía que escribir una conferencia sobre ello para un curso en Harvard, pero quería empezar de nuevo con el poema como si no lo hubiese leído, si como nadie lo hubiera leído nunca, es decir, rechazar toda la bibliografía crítica que conocía. Dice Harold Bloom que le produjo un efecto extraño porque siguió la idea adquirida en el violento libro del marxista William Empson, «El Dios de Milton», donde barbarizaba reduciendo a una interacción de fuerzas económicas, aunque lo principal resultaba lo estético. Además del «Paraíso perdido»: las principales comedias de Shakespeare, la «Divina comedia» de Dante, los «Evangelios», «Don Quijote», las «Epopeyas» de Homero.
Esta investigación del canon literario llevada a cabo en la universidad de Yale ha originado una verdadera revolución del pensamiento literario. Lógicamente adaptarlo a una conciencia estética y psicológica a las mentalidades españolas exige una aplicación de supuestos intelectuales muy fuertemente imaginativos que no se adaptan al modo de pensar y de actuar en España. Ante todo hay que huir de un pensamiento canónico católico y en cambio insistir en un pensamiento de apertura hacia campos y búsqueda de linderos dentro del moderno concepto de «mentalidad», siguiendo las particularidades que en el campo histórico planteó el historiador español Jaime Vicens Vives.
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